La monstruosidad del poder
Llega de Francia esta impactante película de Pierre Schoeller que examina el funcionamiento del poder en manos de hombres que ocupan cargos públicos. Después de Versailles, ésta es la segunda parte de una trilogía.
Bertrand Saint-Jean (el formidable actor belga Olivier Gourmet, rostro reconocible de los films de los hermanos Dardenne, también productores de la película) encarna al Ministro de Transporte que despierta de una pesadilla erótica y debe afrontar una realidad más dura: un autobús cayó en un barranco y hay una docena de víctimas. De este modo, comienza su odisea en un mundo donde confluyen las luchas de poder, las privatizaciones y la crisis económica.
"Soy el Ministro. Yo soy el transporte", afirma Bertrand mientras se mueve en un mundo donde la imágen y la corbata que lleva puesta pesa más que el accidente del que se enteró. Por su vida pasan el Secretario del Ministerio (un Michel Blanc de gran peso dramático en la trama) que cree en la función social de la política; la directora de comunicación (Zabou Breitman) y una esposa ("si me conocés no me amarías"). La oposición lo ve debilitado, algunos compañeros parecen jugarle en contra, pero él sigue su marcha ejerciendo su función contra viento y marea. Cueste lo que cueste.
El Ministro es una realización vertiginosa (impresiona la escena del accidente) filmada con una cámara que nunca se detiene y se ve respaldada por una banda de sonido envolvente. El film tiene muchos méritos: un director que se preocupa por contar una historia de la mejor manera; actuaciones protagónicas y secundarias totalmente creíbles y funcionales al relato. El protagonista evidencia la monstruosidad del poder en todas sus formas y la pesadilla del inicio (una mujer fagocitada por un cocodrilo) funciona quizás como presagio de una realidad que se avecina y también se traga a los funcionarios de turno.