En general, uno tiene una fantasía sobre cómo se maneja el mundo de la política, y también alguna idea, basada en lo que se conoce sobre el ejercicio de la función pública a través de los medios. Ese concepto, convengamos, es un poco… nefasto? Digamos que hay códigos propios que se juegan en ese mundo y los ciudadanos comunes, estamos ajenos a esa realidad. Bien, luego de “Versailles”, Pierre Schoeller se ocupa de traernos un thriller de escritorio de altísimo voltaje que se lee como la segunda parte de una trilogía que aún no cerró y que muestra el rostro oscuro de la administración gubernamental.
La película arranca con una pesadilla muy lograda (de carácter erótico) que tiene el Ministro de Transportes francés. Inmediatamente habrá un accidente serio que conmoverá al país y Saint Jean (Oliver Gourmet), nuestro protagonista y hombre de extraños equilibrios, nos invitará a sumarnos a su mundo: el manejo de la gestión desde el manejo real atendiendo a todos los actores involucrados.
Un escenario complejo, donde cualquier paso en falso puede ser la salida del gobierno de la peor manera, para que les quede claro, es el desafío permanente al que se enfrenta. Jean entiende que debe hacer muchas cosas éticamente discutibles para sostenerse en el cargo, ante los embates de los popes del partido, quienes ansían su cargo para destrabar una delicada situación que serviría para aumentar la intervención privada en expendio de combustibles.
Lo que Schoeller hace de manera sobresaliente es instalarnos a la derecha de un funcionario en el pico de tensión de su trabajo. Este ministro enfrenta a cada minuto, presiones políticas y económicas del más alto nivel y de todos lados. La cinta no da tregua, y a cada paso del camino nos encontramos amenazas, corrupción, intereses creados y conspiradores que juegan su juego de la manera más sutil imaginada. No sabemos si el mundo de la política es así, pero les digo, debe serlo. Nos convence, la fuerza del relato de que hay en esta historia, lo cual le da a “L exercise d’Etat” una singularidad potente y única.
Es cierto que en algunos tramos, el camino parece perderse, pero es tanto el oficio del hombre detrás de las cámaras, que a pesar de que algunas desviaciones de la historia a veces desconciertan, lo cierto es que siempre logra regresar al corazón del relato y aumentar el voltaje para terminar exactamente donde quiere.
El film es sólido y absolutamente adictivo en toda su extensión. El reparto, los secundarios (Michel Blanc, Zabout Breitman y Julien Hirsch) se lucen en cada fotograma. Todos forman parte de conjunto de relaciones que el protagonista tiene a la hora de avanzar en su trabajo diario.
“El ministro” es una de esas cintas que nos sumerge en un universo particular y logra transmitir una total convicción en la construcción que propone. Su vértigo y fuerza, la transforman en una de las mejores películas europeas estrenadas en nuestras salas este año. Si, ya sabemos, es del 2011 pero hay que celebrar su llegada: sin dudas, un gran hit en la carrera de uno de los más promisorios realizadores franceses de este tiempo (es su tercera película). Imperdible