El contrato del pintor
Posiblemente cuando alguien en un futuro, ni siquiera muy lejano, hable del cine como expresión acabada del séptimo arte sin lugar a dudas que incluirá, y estará haciendo referencia, entre otros, a este filme.
El director Lech Majewski se tomo tres años para llevar a buen puerto este pormenorizado análisis del cuadro “El Camino al Calvario” de Pieter Brueghel (el viejo), en el se buscan las razones, políticas e ideológicas, que llevaron al artista a realizar esta obra que se constituyó en toda una denuncia a fines del siglo XVI.
No es la primera vez que el director polaco toma una obra pictórica para tales fines, ni tampoco es el único. Hace muy poco tiempo, lamentablemente sin pena ni gloria, se estreno en la Argentina “Rembrandt, Yo Acuso” (2008) de Peter Greenaway, todo un “decoupage” analítico del cuadro “Ronda Nocturna” del pintor holandés. Un año antes el director galés había realizado un filme con el nombre exacto del cuadro, “escondiendo” una intencionalidad didáctica, al tiempo de contar una historia plagada de misterio, subsumidas en las razones que llevaron al pintor a realizar el cuadro y las consecuencias que le acarrearon.
En ese mismo orden el director polaco trabaja sobre el texto no sólo en función de la denuncia instalada que refleja el cuadro del pintor flamenco, sino que intenta adentrarse en la psicología del artista, analizando por sobre las motivaciones socio-políticas y sus necesidades estéticas y morales.
Para ello Lech Majewski incorpora a la narración al mismísimo pintor, interpretado por Rutger Hauer, quien será el encargado de explicar al espectador respecto de sus motivaciones, de su ideología, de las metáforas que intenta construir a partir de las imágenes que plasmara, como asimismo con los significantes y significados de algunos elementos colocados aleatoriamente, pero no lo hará en forma directa sino a través de sus diálogos con Nicolas Jonghelinck, su mecenas, encarnado por Michael York.
El otro personaje que tiene voz en el filme es la Virgen María, interpretada por Charlotte Rampling, quien completaría esa trilogía de personajes hablantes, dando un pormenorizado esquema de la vida en esa época, entre otros aspectos denunciar el sometimiento que ejercieron los soldados españoles sobre el pueblo flamenco, (Flandes, hoy parte de Bélgica), lo que también aparece en el cuadro.
Pero lo que deslumbra por sobre todas las cosas es la técnica utilizada por el realizador polaco para lograr su cometido, trabajando con los actores en sistema de Blue Screen, esto es trabajar sobre figura y fondo de manera independiente y aislada.
Para esto fue necesario que cada personaje y cada espacio del cuadro fuera recreado por Majewski deteniéndose y deteniendo la acción, lo mismo que sucede en la estructura narrativa, así la inmersión sobre cada personaje hace que los momentos narrativos parezcan detenidos en ese espacio y tiempo, pero sólo en función didáctica y estética del proyecto.
Esto es la tecnología al servicio del proyecto, de lo narrado y del discurso. La catarata de imágenes subyugantes hace que la experiencia sobre el filme sea única, casi irrepetible.
Algunos hasta lo catalogarán de cine experimental pero, a diferencia de muchas producciones de esa naturaleza, la obra no experimenta con el espectador, con su paciencia, ni con su resistencia y reticencia a dormirse.
Acá la experimentación podría estar dada, y de hecho lo está, por la conjunción de las artes puestas en juego. Es sabido que el cine mucho le debe a la literatura, otro tanto a la fotografía, también hay claros ejemplos de influencia de la arquitectura como arte en el cine, por ejemplo “El Baile” (1983) de Ettore Scola, tanto como en este caso lo son las artes plásticas, específicamente la pintura, como aporte al cine.
Si, seguramente para los espectadores será toda una experiencia, subyugante, atrapante, hermosa, movilizante, aleccionadora.
Lo dicho, una pequeña obra maestra, pero al mismo tiempo todo un riesgo para la distribuidora (Zeta Films) al jugarse con este tipo de cine en un tiempo en el que sólo tiene éxito la producción pochoclera.y efímera.