No es una película demasiado extraña, aunque su punto de partida pueda parecerlo: se trata de explicar qué es lo que expresó Brueghel con una de sus pinturas a través de una dramatización. El resultado, que podría ser interesante, transforma el arte pictórico en algo así como una lección del viejo Billiken donde todo lo que debería ser misterio e imaginación termina siendo apenas un mensaje cifrado poco interesante.