Esta esperada coproducción argentino-mexicana ofrecía en primer lugar la vuelta de Héctor Olivera a una temática histórico-política, quizás su especialidad, con un último y poco valorado logro como Ay Juancito. También una temática apasionante, ideal para ser abordada cinematográficamente y por último un elenco heterogéneo que si lograba amalgamarse podía rendir muy buenos frutos. A estos puntos habría que añadir una –atrayente- ambientación para enmarcar una trama atravesada por grandes pasiones, proezas artísticas y cruces controversiales entre figuras emblemáticas de la cultura nacional y latinoamericana. Lamentablemente todos estos factores mancomunados entregan más falencias que virtudes y dan la sensación de que no se aprovecharon en su total dimensión.
El mural narra situaciones que signaron una era en el país, en las que básicamente están incluidos el proceso de manufactura del ambicioso trabajo pictórico del artista mexicano David Alfaro Siqueiros que le da título al film y también parte de la existencia de quien fuera su gestor, el director del diario Crítica Natalio Botana, más otros personajes sustanciales que se vinculan a la trama, como los escritores Pablo Neruda, Victoria Ocampo y Blanca Luz Brum. La mayor parte de estos roles se resienten ante episodios eróticos muchas veces forzados y caricaturescos, entre otras flaquezas de la narración. Entre las desparejas caracterizaciones se destaca nítidamente Bruno Bichir como Siqueiros y un párrafo aparte merece la muy buena banda sonora de Eduardo Gamboa.