La Caldera del Diablo
Hace muy poco tuve oportunidad de volver a ver "La patagonia rebelde", clásico autóctono dirigido por Héctor Olivera, un realizador en algún momento polémico, pero correcto profesional con títulos excelentes como éste citado, pero también con algunos pasos en falso por otras pelis olvidables. Ahora Olivera retomó a su avanzada edad por la buena senda: "El Mural" es un muy buen ejemplo de cine nacional.
Desde el vamos, al cine se le caen las babas por la historia fascinante del Imperio Botana y su diario "Crítica" -hay que recordar que fué uno de los más populares y leídos matutinos, que allá por los años 30 llegó a tirar 300 mil ejemplares por dia, que reite de "Clarín"-, su creador Natalio Botana, era algo así como su simil editor norteamericano: William Randolph Hearts, a quién Orson Welles reflejó en "El Ciudadano", era un sibarita, un innovador, un fastuoso hombre rodeado de la crema de su época, dueño de una increible estancia en Don Torcuato con 30 habitaciones, poseedor de Rolls Royce, amante de mujeres famosisimas como Josephine Baker, etc, casado con una mujer que aunque millonaria apañaba anarquistas, y tenía una relación tensionante con sus hijos, es decir todo este material daba para hacer una pelicula atrapante, y Olivera lo logra afortunadamente.
Botana en la trama recibe y cobija en su estancia al pintor mejicano David Alfaro Siqueiros, quién imposibilitado de plasmar un gran mural al aire libre donde reflejaría lo social y politico de ese tiempo, repudiado -por su confeso comunismo- por la sociedad porteña, decide aceptar la oferta de Botana de pintar un mural en su subsuelo de estancia, allí pernoctará junto a su pareja: Blanca Luz Brum, uruguaya, mujer de letras, y desprejuiciada en extremo que concretará encuentros amorosos (fugaces) como con Pablo Neruda, más ocasionales con el propio Botana y los muy tortuosos con el artista mejicano.
Pero el guión no va solo por la concreción de este pandemonio montaje que se llamaría "Ejercicio plástico", y donde Siqueiros tendría como ayudantes a otros pintores como Berni, Castagnino y Spilimbergo, sino que ahonda en ese abultado juego de pasiones entrecruzadas que se dan, incluso con escenas de erotismo de alto voltaje, y hasta una serie de trágicos sucesos como el suicidio del hijo adolescente mayor de Botana. Una verdadera "Caldera del diablo" de su época.
Los valores del filme están dados por una excelentísima fotografia e iluminación de Felix Monti, una dirección de arte de lujo de Emilio Basaldúa, y el montaje de Marcela Sáenz, las actuaciones son espléndidas en los casos de Luis Machín como un Botana antológico, el mejicano Bruno Bichir como Siqueiros, y Ana Celentano, ya una marca registrada en su talentosidad al servicio del cine criollo, aquí como la esposa: Salvadora. En tanto, Carla Peterson es la menos lograda, casi un esquemita de su Blanca Luz Brum.
También resalta la música de Eduardo Gamboa, que es muy marcada y acorde. En definitiva, un gran fresco de la historia argentina con sus pro y sus contras, con sus miserias y oropeles.