“La guerra destruye la vida de millones; hoy más que nunca necesito ir al mar para demostrar que sigue habiendo soñadores, románticos, visionarios.” -Vito Dumas
¡Qué hermosa musicalidad, qué oda tan maravillosa al deseo de aventura, que remite de manera casi directa a las grandes obras de la literatura (y tal vez a algunas menores, por qué no) sobre largos viajes en el mar, proezas increíbles, odiseas mágicas, y tantas otras increíbles narraciones sobre el hombre y sus posibilidades, que es este documental! No hay otra forma de describir lo que sentí al ver éste film de Rodolfo Petriz; por un momento, al escribir estas palabras, la sensación que me atravesó fue la que, (de haber sido una persona real, claro) vivió Joaquín Monegro hablando de las pinturas de su amigo Abel Sanchez, aquel que le da nombre a la famosa novela de Miguel de Unamuno.
No encuentro manera alguna que no sea la que utilizo para describir los sentimientos que me produjo ver este maravilloso documental; las emociones a flor de piel de los diferentes referentes, conocedores y biógrafos del gran Vito Dumas, un hombre deseoso no solamente de trascender con su propio nombre, también de dejar en lo alto una idea, una demostración de la posibilidad individual de lograr hazañas impensadas en pos de su propia trascendencia, es verdad, pero también sobre una idea en común, de ejemplo de fortaleza para un logro colectivo (no confundir con individualismo, un concepto utilizado mecánicamente, sin ton ni son, y en muchas ocasiones de manera incorrecta). Es verdad que es posible pensarlo de este modo a la distancia; en la época en que Vito Dumas vivió, la idea del héroe inalcanzable era moneda corriente, pero, así también generaba fantasía en quienes seguían sus proezas, y muy probablemente ello fuera fogoneado de algún modo con objetivos menos loables que los del buen navegante solitario. En nombre de él, y tomando de manera libre sus palabras, su causa era la de los soñadores y aventureros, los románticos empedernidos que necesitaban siempre un poco más; era una época en que el mundo parecía todo aún por hacerse, a pesar de que ya casi todo estaba prácticamente construido de cara al futuro que al final heredamos.
La utilización del doble recurso de la voz en off narrativa que le da indicación y guía a la película (acompañado de archivos de diferente tipo), tanto como de la recreación de la palabra de Dumas a través de sus propias declaraciones y memorias, resulta muy útil para llevar el relato sobre las circunstancias de sus viajes y su vida, incluyendo testimonios de sus descendientes. El marco del contexto histórico político también tiene su momento, dado que buena parte de ello atraviesa la historia de Dumas y es utilizado de manera prolijamente descriptiva a fin de ayudar a comprender los momentos finales de la vida y las circunstancias de descrédito y desprecio a los que el navegante solitario estuvo sometido.
Lamentablemente la idea que prevaleció con los años al respecto de las posibilidades “diferentes” propias de los argentinos, de las condiciones de superación de los obstáculos más complejos, se han modificado de tal modo que no queda de aquello, más que, tristemente y en la mayoría de los casos, una pantomima plena de bravuconadas. El mundo es otro, es verdad, pero al fin y al cabo, y tomando la famosa frase de la más que conocida canción de John Lennon, a la vez que otorgándole otro sentido: “tal vez soy un soñador, pero no soy el único”.
“La de Vito Dumas es una vida que merece ser contada. Es una historia que no sólo relata sus éxitos y fracasos, sino que también nos interpela acerca de que hacemos los argentinos con la memoria de nuestros compatriotas más destacados.” – Rodolfo Petriz