Nada que temer
El origen del terror en Amityville (The Unspoken, 2015) tiene todos los clichés del género condensados en una hora y media: personajes poco desarrollados, música que señala los momentos para sobresaltarnos y puertas que no paran de abrirse y cerrarse solas son los lugares comunes de una película que no logra su cometido.
La franquicia Amityville cuenta con más de una decena de películas en su haber. Todo comenzó allá lejos, en 1979, con Aquí vive el horror (The Amityville Horror) que luego tendría una segunda parte en 1982 y hasta nuestros días contó con remakes, precuelas e incluso una versión en tres dimensiones. Aquí, además de la evidente referencia en el título que tiene el film en español, la conexión con aquellas recién existirá sobre el final.
El origen del terror en Amityville no escapa de la lógica de sus predecesoras. En este caso tenemos a Angela (Jodelle Ferland), una adolescente que trabaja en una guardería para ayudar a su padre que se encuentra desempleado. Los hechos inexplicables comienzan a manifestarse cuando su jefa le ofrece un ingreso extra por cuidar a un chico en la casa donde una familia entera desapareció sin dejar rastro veinte años atrás y ella queda inmersa en una trama que se conecta directamente con su pasado.
A su vez, un grupo de conocidos de Angela escondió drogas en la casa que hasta ese momento estaba abandonada y hará lo que sea necesario para recuperarla. Así las cosas, la protagonista quedará en medio de sucesos paranormales y una banda de cuasi criminales.
Si películas como La cabaña del terror (The Cabin in the Woods, 2012), Te sigue (It Follows, 2014) o La Bruja (The Witch, 2015) habían revivido un género que parecía estar condenado, El origen del terror en Amityville las niega y vuelve a traer fórmulas repetidas hasta el cansancio que buscan el golpe de efecto momentáneo.
Sin embargo, a Sheldon Wilson, director y guionista del film, hay que reconocerle algo: en apenas hora y media logra introducir todos los clichés necesarios para que la película consiga el efecto contrario al que busca. Los objetos que se mueven solos, las puertas que se abren y se cierran y las apariciones del más allá son algunos de los recursos que se repiten durante todo el metraje.
El origen del terror en Amityville es un pastiche insoportable con temáticas y recursos que resisten el paso del tiempo y nos aseguran solo una cosa: no hay nada que temer.