Todos somos Julio
¿Alguna vez tuviste un día en el que todo pareciera salirte mal? ¿Y que las cosas malas se acumularan una atrás de la otra? ¿Esos días que simplemente quisieras olvidar?
En esta ocasión, nos ponemos en los zapatos de Julio (Javier Lombardo), un actor desempleado pasando una mala racha. Julio empieza su día celebrando su cumpleaños con un ultimatum de su mujer y la noticia de que es su responsabilidad ir a buscar las cenizas de su difunto hermano. Entre idas y venidas, mala suerte combinada de mala leche, Julio va a atravesando el día intentando simplemente sobrevivir.
En una hora y cuarto, nos identificamos con Julio más allá de lo que uno esperaría. De a poco, nos reímos con las desventuras del pobre actor que va pasando por un accidentado recorrido emocional a lo largo del cumpleaños 50 más infame de la vida.
Con una actuación atrapante y un guion relajado y poco forzado, es fácil verse reflejado con un personaje real y accesible que pasa todos los problemas del día a día - el auto que no arranca, el banco que lo acosa por las deudas, la mujer que no quiere nada más con él - todo mientras empieza a hacer las paces con su hermano fallecido y sus problemas antes de que este falleciera.
Además, nos lleva a recorrer la Buenos Aires más de barrio, la que todos conocemos y amamos (y a veces odiamos, como Julio la odia cuando, como a tantos, se le escapa el colectivo).
Con un ritmo agradable y una calidad general impecable, encontramos acá una historia simpática y entrañable, que nos hace reflexionar sobre nuestra propia felicidad y sobre como, a pesar de todo, siempre se puede salir adelante.