LO PEOR NO PASO…
...siempre puede arrancar con el visionado de un film así que, desde el primer minuto, se empeña en que esa apreciación peyorativa del “peor” día del personaje se traslade a lo que podemos ver como malo en su totalidad. No tanto lo peor, siempre puede haber argumentos para que lo que veamos como malo se vea superado, incluso films como El peor día de mi vida. Todo este preámbulo es para decir que el mal guión, la dirección televisiva, actuaciones que poco pueden hacer con personajes que hacen cosas arbitrarias y ni hablar del derrotero de prejuicios, racismo y misoginia, hacen que esto se transforme en algo así como un capítulo ampliado de la adaptación argentina de Casados con hijos, con todo lo malo que tiene a rastras y careciendo de su ritmo.
¿Pero de qué va la película y por qué tanta elocuencia al describirla? Bueno, un tipo en crisis matrimonial y laboral que se llama Julio (Javier Lombardo) cumple años y ese mismo día tiene una discusión que anuncia su divorcio, al mismo tiempo que tiene que hacerse cargo de las cenizas de su hermano mellizo buscándole un destino, ya que aparentemente nadie puede hacerse cargo de la situación más que él, a pesar de que estuvo peleado por años. El hombre tiene deudas, un auto que prácticamente no arranca, un futuro laboral incierto que lo lleva a papeles humillantes y nadie recuerda su pasado como promisoria estrella televisiva. De esta crisis personal el hombre deduce que es “el peor día de su vida” mientras atraviesa algunos episodios ridículos como la pérdida de las cenizas en un supermercado chino -con esos guiños racistas tan encantadores-, que arbitrariamente lo llevan a una lectura gratuita de tarot (?) donde recibirá valiosa información de su vida que resulta ser cierta. El delirio continúa cuando se encuentra con un señor en la calle que le tira el ladrillazo moral de lo bueno que era el pasado y el valor de la familia, luego desvaneciéndose para dar a entender que sería un ente sobrenatural. Bizarramente la sorpresa se da al final, cuando ESE mismo día tras una charla dolorosa con su esposa (la pobre Mónica Scaparone, haciendo lo que puede con su personaje) donde se confirma que el divorcio es inevitable, él se dirige a al río para arrojar las cenizas de su hermano y, en un episodio cargado de magia o algo así, una rubia preciosa que se encuentra trotando por allí le presta atención por ser su actor preferido de la infancia (la pobre Ximena Fassi, también haciendo lo que puede con su pequeña parte), con quien además la película revela al final que ¡espera un hijo! Sí, así de paupérrima se vuelve la cosa, con personajes femeninos que sólo parecen dispuestos para soportar el malestar de Julio y tener hijos (oh, y no escarbemos en la hija de su matrimonio, que sólo aparece fuera de campo y es tratada con desprecio).
Visualmente las búsquedas se circunscriben al mundo televisivo y no siempre fluyen, a veces el remate de los gags es desafortunado como -volviendo sobre la cuestión- el caso del supermercado chino (¡hay demasiadas cosas erróneas con esta secuencia!): tras lo desafortunado del “chiste” el montaje intenta dar un remate con planos detalles desconcertantes. Es prácticamente inexplicable, tanto como la arbitrariedad de algunas situaciones del film. El uso del sonido es tan televisivo como los planos que abundan a lo largo de la película, a veces incluso resultando un tanto kitsch, en el peor de los sentidos, la forma en que es utilizado el leitmotiv.
A veces ofensiva, otras desconcertante, por momentos lisa y llanamente mala sin que cause gracia alguna ni que se pueda proclamar de culto o algo así, El peor día de mi vida es olvidable y absolutamente irrelevante.