Misterio y suspenso desde el principio. Un bosque, sangre, un cuerpo, respiración cansada, un hombre, una mujer. Imágenes fraccionadas, movimientos nerviosos; a través de flash backs y cámara en mano, Victor Cruz arma la historia de Gustavo y Lola, un matrimonio que podría ser cualquiera. Los protagonistas (una muy buena interpretación de Ballesteros y Mango) son una pareja consolidada de respetados profesionales cuyo mundo, de repente, se derrumba.
El director utiliza muchos recursos para generar la tensión que el guión necesita; sin embargo, abusa de ellos. Los movimientos ocasionados por la cámara en mano son tantos y tan marcados que más allá de causar sensación de “video casero” lo que provocan es mareo y confusión. Además, las imágenes producto de estas filmaciones sobreabundan y producen cansancio.
La idea de la historia es buena, como también el estilo narrativo utilizado; el manejo de los tiempos aporta dramatismo y suspenso. El film tiene todos los elementos que podrían haber dado lugar a una propuesta más interesante. Los actores interpretan perfectamente sus papeles, transmitiendo en cada gesto y movimiento lo que ocurre a los personajes: los nervios, el miedo, la culpa.
Sin embargo, la repetición de algunos recursos y la inclusión de ciertos elementos que quedan sin cerrar, como la confesión –o el intento de ello- de parte de uno de los protagonistas al principio del film, distraen la atención y restan interés.