No hace falta que presentemos a Fernán Mirás; su trayectoria en la actuación tanto de cine, como teatro y televisión, habla por sí sola. El peso de la ley lo afronta a un nuevo desafío, arriesgado, que podría dejarlo en el más directo oportunismo; su ópera prima como director y guionista.
Siempre que un actor de cierta fama da el paso detrás de cámara, existe una suerte de prejuicio sobre cuánta de esa “fama” utiliza para aferrarse al nuevo proyecto, y cuánto de profesionalismo persiste en alguien que se ubica en ambos lados. Bueno, desterremos dudas, El peso de la ley es una de las mejores propuestas dramáticas de denuncia de los últimos años en el cine nacional.
Con un guion co-escrito por el también productor, y abogado, Roberto Gispert; se toma un caso real ocurrido hace más de treinta años como botón de muestra para una postura sobre diferentes cuestiones que están en el debatir regular de la sociedad, principalmente el accionar del Poder Judicial y todos sus engranajes.
Pero no es solo la solidez de un guion sin fisuras lo que hace a El Peso de la Ley la gran propuesta que es. Mirás se rodeó de un equipo técnico de máximo rigor; y tuvo a su alcance un elenco sobresaliente, compenetrado con sus personajes y, sobre todo, creíbles. Claro que ninguna de estas piezas funcionaria sin el director de orquesta que encastre todo correctamente.
Sin regodearnos en una ampulosa puesta de época, nos ubicamos en los primeros años de la vuelta de la democracia en nuestro país. Gloria Soriano (Paola Barrientos, arrodíllense ante ella) es una abogada, defensora oficial, que el día que se recibió en la Facultad de Derecho sufrió un “percance” con el ascensor que la dejó renga.
Desganada, superada por la cantidad de expedientes, y frustrada ante la triste realidad de creer nunca haber defendido a un inocente; llega ante ella un caso que no pareciera tener nada de particular, es más, hasta se ve casi resuelto; simplemente a ella, por alguna razón, le interesa.
En el pueblo El Olvidado, un barrendero, El Gringo (Daniel Lambertini) es acusado de haber violado a su compañero de trabajo, Manfredo Doméstico (el propio Fernán Mirás) de aparente deficiencia mental. Quizás lo que llame la atención de Gloria sea que la fiscal del caso es su ex profesora Mercedes Rivas (María Onetto), alguien a quien considera intachable, pero que entrega una acusación por doce años de prisión en solo una carilla.
Ese llamado de atención despierta algo en Gloria que creía dormido, y la lleva hasta El Olvidado en donde la esperan algunas sorpresas. Mientras tanto, por los pasillos de Tribunales, Rivas hace su juego, que incluye la manipulación al juez de la causa Marcelo Ferrera (Darío Grandinetti).
Probablemente sea la posibilidad de haber contado con un abogado en los escritos y basarse en un hecho real (que según palabras del director es mucho más grave de lo que se ve en pantalla, y para pruebas puede observarse en la página web de la película); lo cierto es que El peso de la ley juega siempre las cartas de la honestidad y la verosimilitud.
Más allá de optar por un acertado tono cercano a la comedia (ese humor irónico y carismático tan propio de la personalidad de Mirás); todo lo que se ve no hay dudas de que puede ser real, de que las cosas pueden haber sido tal cual se muestran. A diferencia de, por ejemplo, El Secreto de sus Ojos, aquí no hay seres épicos que luchan en un océano sucio.
La propia Gloria y su secretario (Darío Barassi), pertenecen a ese mismo engranaje en el que las cosas se dejan pasar en el que hace rato se bajaron los brazos, y en el que luchar por una salida rápida es más fácil que hacer su trabajo tal cual marca la ley. La gente del pueblo, más allá de sus actitudes, serán las víctimas de este sistema.
Pero no todo se circunscribe a la esfera de lo judicial, a medida que avance el relato, el abanico se irá abriendo hacia otras esferas; los obvios prejuicios porteños hacia la “gente del interior”, las tradiciones de esos pueblos que tienen sus mecánicas internas y hasta, sin spoilear, un relato LGBT diferente a lo que se acostumbra y de una interesante sensibilidad.
La banda sonora acompaña en momentos precisos con sinfonías de Bach que aportan a ese clima entre sereno y cercano a la comedia, como si la visión de la protagonista no pudiese creer lo que enfrenta. La fotografía aprovecha los escenarios abiertos de Nechochea para recrear El Olvidado, pero cambia cuando se traslada al ámbito judicial para expresar el encierro y la falta de respiro y claridad de ese lugar.
Planos y contraplanos, picados, metáforas alegóricas, Mirás se vale de recursos de extrema profesionalidad para hacer que su película también se exprese en imágenes y le otorga un ritmo dinámico que no decae y hasta apasiona. Prueben no gritar de impotencia frente a la escena de la pericia psiquiátrica. Ya hablamos de Barrientos pero es importante remarcarlo, estamos frente a una de nuestras mejores actrices en la actualidad.
Gloria es un cúmulo de tics sutiles, maneja un vocabulario real, y una forma de ser sincera. Barrientos la ama y lo transmite a la pantalla; es un gran personaje en una gran actriz, de fuerte compromiso con la pantalla. Pero no está sola; ya se sabe, si María Onetto se quiere hacer odiar, la vas a odiar, Rivas es el conjunto de todo lo que el común de los ciudadanos creemos que está mal en la justicia.
Es soberbia, arrogante, oportunista, corrupta, y antepone su propio interés de ascenso por sobre la posibilidad de hacer justicia. Grandinetti quizás necesitó de algo más de tiempo en pantalla, o es lo que nos hubiese gustado, porque el juez que interpreta sorprende por ser diferente a todo lo que le vimos interpretar, tiene características visibles, pero jamás caen en un estereotipo o exageración.
A este trío lo acompaña un sólido elenco en el que también se destacan el mencionado Barassi, Pacha Rosso, Jorgelina Aruzzi en otro rol brillante, Mirás que también luce convincente en un personaje de gran ternura y de difícil composición, y un conjunto de actores marplatenses que no presentan dificultades, todos están en su justa medida a pedido de lo que pide la propuesta con una dirección actoral notoria aceitada que fortalece la química entre ellos.
No alcanzan los elogios para una película tan sorprendente como El peso de la ley; que no necesita de ser ampulosa, que se da el lujo de ser declamatoria y arrojar duras sentencias, que ofrece algunos duelos actorales memorables; y sobre todo que nos deja pensando y planta muy firme frente a algunas denuncias que bien pueden trasladarse a la actualidad vivida en estos días. Excelente. Imperdible.