Audaz y bastante lograda ópera prima como director del reconocido actor.
Una de las sorpresas argentinas del reciente festival Pantalla Pinamar fue el debut como director de Fernán Mirás con El peso de la ley, una película sobre un caso jurídico real. La propuesta estética del film es arriesgada: con un tono de farsa, absolutamente todas las situaciones que se presentan son caricaturescas, sus personajes estereotipados, las actuaciones forzadas y, sin embargo -si uno accede a ese tono cercano al grotesco criollo-, el resultado es más que aceptable.
Paula Barrientos pone todo su histrionismo en el personaje de la defensora de oficio -talentosa y renga- de un hombre acusado de violar a un discapacitado en un perdido pueblito de provincia. Enfrente está María Onetto como la fiscal inescrupulosa que despliega toda su violencia y agresión mordiendo sus palabras frente a esa abogadita que osa desafiarla. Y, entre ambas, Darío Grandinetti como el juez gay que le debe su cargo a la fiscal, por aquello de “la familia judicial”.
El film desnuda los mecanismos de la Justicia argentina que se ponen en funcionamiento en un caso real, menor, como hay tantos. Corrupción, connivencia entre policías y jueces, burocracia, injusticia en suma. Resta saber si el resultado era la intención original del director -¿esos primeros planos feroces buscaban el efecto final?, ¿ese pianito insufrible está allí para ilustrar o para molestar al espectador?- o, como se dice por allí, fue una sumatoria de encuentros de talentos que dieron este resultado.