Las dos caras de la justicia.
Gloria Salgado es una abogada a la que se le asigna la defensa de El Gringo, un empleado de mantenimiento de un remoto pueblo de la Provincia de Buenos Aires, acusado de abusar sexualmente de Manfredo, un compañero de trabajo y que parece ser una persona con limitaciones mentales. Todo parece señalar que no hay mucho que hacer y que el Gringo es culpable de lo que se le acusa, pero mientras Gloria profundiza en el caso, se empieza a percatar de algunas inconsistencias en el tratamiento judicial podrían indicar lo contrario.
El Peso de la Ley es un guion sólidamente construido, con un conflicto claro y un flujo narrativo que nunca pierde ese conflicto de vista. Todos los personajes son multidimensionales y prolijamente desarrollados. Cada uno tiene virtudes y defectos, cada uno tiene un fantasma que superar para conseguir lo que quiere o redimir una falla de su carácter, y todos los personajes son cambiados de una manera u otra.
También cabe aclarar que tiene tiempo para desplazar una sutil denuncia sobre los defectos del sistema judicial, pero siempre teniendo en cuenta que la prioridad acá es la historia y los personajes. Es un guion clásico, y orgulloso de serlo, porque no tiene miedo de abarcar uno de los más viejos preceptos guionisticos: Alguien que quiere algo y debe confrontar a alguien que quiere lo contrario.
Del mismo modo, es necesario señalar que, si bien es un guion netamente dramático, tiene la inteligencia de saber insertar momentos de comedia sin robarle protagonismo a la seriedad del tema que se está tratando.
Párrafo aparte merece el enorme nivel de verosimilitud en los procedimientos judiciales argentinos. Esta no es una película que ambienta todo en los tribunales, pero se desplaza como si fuera una película de abogados a la americana. El Peso de la Ley sólo toma la fluidez de ese estilo de películas, pero el estilo de proceder, de moverse, de invocar y de debatir la letra de la ley es indefectiblemente autóctono.
Paola Barrientos se lleva al hombro la película con su Gloria Salgado, con una interpretación parca, irónica, ácida incluso, pero con muchísima humanidad. María Onetto entrega una antagonista muy eficiente, igual que Darío Grandinetti, quien da vida al juez que debe dar su veredicto al caso en cuestión.
El costado técnico es muy prolijo. No hay mucho que hablar; responde y con eficiencia a lo aportado por los actores. Fernán Mirás tiene un gran instinto para la puesta en escena, y sabe dónde ubicar la cámara y por qué. Él sabe cuándo lo que más importa en el encuadre es la actuación y cuando la locación o el decorado pueden aportar cosas significativas al desarrollo de la historia; en particular una escena entre Barrientos y el propio director en medio de un bosque.
Conclusión:
El Peso de la Ley es una narración clásica y fluida, sostenida por eficientes actuaciones y una dirección con pulso seguro. Fernán Mirás aprueba su primer desafío en la silla del director. Que sea el primero de muchos y, Dios quiera, con la misma solvencia.