Una acertada visión sobre el autista y su entorno familiar, con una magistral interpretación de Ana Fontán, en el papel protagónico
El matrimonio de Franco y Estela (él, un importante ejecutivo, ella, una aplicada ama de casa), parece no tener demasiados problemas cotidianos. Sin embargo, y aunque ambos intenten ignorarlo, el sufrimiento ya se instaló en ese hogar ya que Pilar, su hija de 26 años, es autista. Esta situación rompe día a día con los lazos que desde siempre mantenía la pareja y, además, se convierte en un infierno diario para Alejo, el hermano menor de la muchacha, ya que sus amigos del barrio y sus compañeros de escuela le hacen objeto de burlas. Pero los consejos de una psicóloga (un buen trabajo de Dora Baret) harán que Estela acceda, entre la desesperación y la soledad, a una discutida internación. En esa casa de rehabilitación, Pilar conocerá a Román, un autista como ella, y ambos iniciarán una extraña amistad que, de alguna forma, podría ser la antesala del amor. El director Rodolfo Carnevale ( Con las manos de mi abuela, Génesis ) sabe mucho de este tema, ya que uno de sus hermanos es autista, y así logró ahondar en esta historia que penetra como un estilete en esa enfermedad ya no desde una mirada documental o médica, sino desde el núcleo mismo de sus problemáticas y particularidades, asumiendo los claroscuros de esa condición. Así, y dejando de lado el simple melodramatismo, el realizador relata una historia de vida que emociona, sorprende y concientiza sin apelar al golpe bajo y superando todos los clichés y malos entendidos que la ficción generó sobre el autismo.
Relato sin duda emotivo, por momentos duro y siempre cálido, El pozo queda como una lección de cine tomando como eje central un tema del que muchos le vuelven la cabeza. Un elenco de notables intérpretes sostienen la trama, ya que tanto Eduardo Blanco como Patricia Palmer componen con honda sobriedad a esos padres dispuestos a hallar una solución a esa cotidiana pesadilla. Pero sin duda es la labor de Ana Fontán la que descuella en su personaje de autista, algo que hace con enorme convicción y profundidad. El resto de los personajes hallaron en Túpac Larriera, Ezequiel Rodríguez, Adriana Aizemberg y Norma Pons a esas criaturas que danzan en torno de la joven envuelta en su pequeño mundo y así, con todos estos atributos a su favor, más un impecable equipo técnico, el film logra emocionar y, por sobre todo, hacer comprender al espectador el dolor de aquellos que deben enfrentarse al autismo.