Tu mundo y el mío
Rodolfo Carnevale debuta en el cine, luego de su logrado corto Aporía (2009), con un tema no muy común como lo es el autismo y las consecuencias de la enfermedad, no sólo en aquel que la padece sino en el núcleo familiar. El Pozo (2011) es un film difícil pero esperanzador que como un vómito catártico le sirvió a su director para contar un conflicto vivido en carne propia.
Una familia tipo, compuesta por un matrimonio y sus dos hijos, descubrirá que la mayor padece de autismo y parálisis cerebral. Qué es lo que pasa en el seno de esa familia a partir del hecho es lo que cuenta el film. Un terreno escabroso, difícil de peregrinar, pero no imposible, es lo que Carnevale retrata en una ópera prima cargada de buenas intenciones y actuaciones para destacar.
El Pozo es un film cásico desde lo narrativo. Su estructura dramática tiene más que ver con el cine de Alejandro Doria que con el denominado NCA, aunque Rodolfo Carnevale sea un egresado de la FUC. Toda la carga está puesta en los textos que toman vida en las muy buenas actuaciones de Patricia Palmer y Eduardo Blanco como los padres de esa familia que lucha por seguir viviendo de manera normal a pesar de la enfermedad de uno de sus miembros, pero sin duda los mayores aplausos se los lleva Ana Fontán, como la joven autista. Una actuación soberbia en la que se ve todo el histrionismo de la actriz que ya es una de las revelaciones del año. También hay que destacar a Ezequiel Rodríguez y Túpac Larriera quienes logran junto a Fontán darle al relato la fuerza dramática necesaria.
En la historia no se apela al golpe bajo, si bien de por sí el tema lo es, aunque si hay mucha verdad que por ahí molesta, y que para algunos puede resultar innecesaria. Pero lo cierto es que el tema amerita que se muestre y se diga lo que es y como se lo vive, sin máscaras ni mentiras. Si la mirada hubiera sido de un realizador no involucrado se pudiera cuestionar el modo de reflejar el hecho, pero al ser parte de la problemática uno ya sabe que lo que cuenta es su propia visión y experiencia, asi que nada estará de más y todo será verdad, aunque duela.
Si Rain Man (1988) tocó allá por los años 80 el tema del autismo con un tono más condescendiente y superfluo, Rodolfo Carnevale lo trata desde el lado opuesto. Toma el costado más difícil, el menos banal, el más profundo para acercarnos a un tema que muchos desconocen por ignorancia, con la visión de un director que es parte de esa historia y que lo lleva al cine como desahogo personal pero también para romper con el prejuicio y el tabú.