Que el cine argentino pretenda contar una historia sobre el autismo es más que auspicioso, ya que se trata de una temática que casi no se aborda, y lamentablemente hay muchas personas que lo sufren.
Pero que ese tema se termine convirtiendo en una especie de culebrón, y la historia haga agua por los cuatro costados resulta penoso y lamentable.
Sobreactuada por momentos y con serios desconocimientos sobre el autismo (ver al pie la nota complementaria), “El Pozo” termina cayendo en lugares comunes, denotamdo una vez más que a los guionistas algo les está pasando a la hora de contar una historia.
En definitiva “El Pozo” tiene como base a Pilar (Ana Fontán), autista desde los 4 años, en el momento de la narración ella tiene 26 años, a Franco, el padre (Eduardo Blanco), quien sostiene la conveniencia de su internación en un estableciminto apropiado para su adecuada atención, y Estela, la madre, (Patricia Palmer), quien se niega a que ello se concrete, situación que genera un distanciamiento en la pareja que aparentaba ser feliz. Mientras ello sucede Alejo (Túpac Larriera), el hijo menor, debe enfrentar problemas con las autoridades de la escuela y con sus amigos. Al sufrir ataques cada vez más frecuentes la situación de Pilar torna imposible la convivencia y la vida se transforma en un caos.
Este conflicto que se desata en esta familia explotará de una manera muy convencional, hasta se lo llega a adivinar, lo que provoca en el espectador un desencantamiento para una historia y un tema que prometía.
Lamentablemente “El Pozo” no llega a construir una idea más aproximada de lo que en realidad es el autismo.