La resistencia
Stéphane Brizé retrata los males del mundo del trabajo contemporáneo con laconismo y precisión: el cierre de una fábrica, los despidos, la alienación y los abusos psicológicos. El gran Vincent Lindon se pone en la piel de Thierry que, con más de cincuenta años, acaba de ser despedido y debe someterse a entrevistas de trabajo humillantes. A través de secuencias construidas en base a la duración, en las que por momentos reina el silencio, el director trasciende la simple denuncia para observar una suerte de guerra de todos contra todos que reemplaza desde hace tiempo la lógica del enfrentamiento de clases.
Brizé resume toda la monstruosidad del proceso de selección de personal filmando al protagonista de perfil frente a la pantalla de su computadora durante una entrevista por Skype. El empleador cuenta con un poder invisible e intocable que le permite indicarle con aplomo a Thierry que recibirá un sueldo de principiante a pesar de su experiencia y que se verá obligado a ceder a la lógica de la flexibilidad de la empresa. Las repuestas del protagonista quedan fuera de campo reforzando la violencia contenida de la escena. Stéphane Brizé aprovecha la enorme ductilidad de Vincent Lindon para expresar distintos sentimientos con gestos sutiles, poniendo la mirada sobre la resistencia de su cuerpo.
El director estructura la película con planos secuencia casi documentales e imágenes despojadas de cualquier artificio para que surja la verdad íntima de los personajes. Las actuaciones están alejadas de cualquier convención. Brizé encuentra la forma justa para filmar a un grupo de actores no profesionales a los que Lindon se acopla con una naturalidad sorprendente. Cuando finalmente Thierry culmina su degradante peregrinación, lo vemos trabajando como guardia de seguridad en un supermercado. Espiando a los clientes y a los empleados que intentan en vano hacer frente a su miseria con pequeños robos, el protagonista se contempla a sí mismo. Las cámaras de seguridad como reveladoras de la ley del mercado.