La medida de la flexibilización.
El drama social está enraizado en la idiosincrasia francesa y se manifiesta a través de una sensibilidad política que atraviesa el arte como compromiso. El Precio de un Hombre (La Loi du Marché, 2015) sigue el camino estético trazado por Laurent Cantet en obras como Recursos Humanos (Ressources Humaines, 1999) y El Empleo del Tiempo (L’Emploi du Temps, 2001), y por Jean-Pierre y Luc Dardenne con Rosetta (1999) y Dos Días, una Noche (Deux Jours, une Nuit, 2014), para conformar un estilo de abordaje de una problemática que busca en las condiciones laborales actuales su eje argumental.
La trama sigue a Thierry (Vincent Lindon), un trabajador desocupado ofuscado por la burocracia alrededor del sistema de asistencia social de Francia, que intenta salir adelante tras su despido. Al conseguir un trabajo como guardia de seguridad en un supermercado, su vida parece mejorar pero de a poco se ve obligado a hostigar a los empleados del local debido a diferentes tipos de escamoteos.
A lo largo de todo el guión del realizador Stéphane Brizé y Olivier Gorce, podemos ver la progresión del desmoronamiento de Thierry debido a la hostilidad de la cultura del nuevo capitalismo, en la que Richard Sennett supo ver y analizar la corrosión de la noción de “carácter” como construcción de identidad a través del trabajo. El desmoronamiento de la posibilidad de construir un relato laboral, la flexibilización, la siempre presente sensación de ser una parte fácilmente reemplazable de un engranaje perverso que contribuye a la desigualdad social, y la abrumadora cantidad de problemas económicos y personales, van convirtiendo al protagonista en una bomba de tiempo a punto de explotar.
La gran actuación de Vincent Lindon sostiene una narración interesante pero que nunca llega a su clímax. El Precio de un Hombre transcurre en un ritmo demasiado sosegado, como si su fuego estuviera apagado como una metáfora de la impotencia de Thierry ante el sistema que lo abruma. Al desestimar la necesidad de una ruptura, el relato cae inexorablemente en la repetición de la narración, volviendo una y otra vez sobre los mismos conceptos y situaciones.
A pesar del agotamiento del relato, la historia se sostiene a través de las actuaciones, la dirección y un trabajo de fotografía que logra retratar la desesperación en los primeros planos. La labor conceptual sobre la identidad -a través del trabajo y el rol familiar- son claves para la construcción de un opus sólido que expone en los diálogos y la trama los males del nuevo capitalismo sobre el individuo, destruyendo toda su autoestima y sujetándolo por completo a un sistema de producción en que la vigilancia es la única constante. La medida de un hombre ante la figuración de la derrota queda al descubierto, ahora solo queda encontrar las tácticas de resistencia ante la misma.