Una pequeña historia sobre objetivos que se renuevan.
La jubilación, la llegada de los llamados años dorados, esa época donde uno inevitablemente debe hacer cuentas de lo perdido y lo ganado. De lo logrado y de lo que no pudo ser. O bien puede ser la oportunidad de probar nuevas cosas y cerrar viejos rencores: esta es la propuesta de El Retiro.
El Hombre del Plan
Aunque la jubilación pueda ser un contexto un poco monótono, El Retiro indaga en la idea de los planes que no resultan. Que uno puede estar preparado para cualquier circunstancia, pero hay terceros asociados a esos planes que pueden tener, valga la redundancia, su propio plan.
Por ello, no suena azaroso el concepto de que el protagonista sea un obstetra retirado. Las visitas al obstetra no son otra cosa que chequeos de que todo esté en regla, acorde al plan de la llegada de una criatura al mundo; una de las pocas instancias donde la planificación sobre otra vida tiene un escaso margen de que no salga como se busca.
Una vez que esa vida está en el mundo, ese margen se vuelve mucho más amplio. Los planes pueden no resultar, básica e inevitablemente, porque las metas de los padres no son necesariamente las metas de los hijos.
El que la hija del protagonista se dedicara a la música y no al oficio familiar fue una desviación del plan. El que el hijo de su mucama tenga una estadía prolongada es otra desviación del plan. La película muestra cómo sortear esas desviaciones. Cómo a veces seguir un plan puede dar seguridad (cuando el personaje de Nancy Dupláa mira con ojos amorosos al personaje de Luis Brandoniatendiendo a una mujer a punto de dar a luz), cómo a veces ese desvío es una parte inevitable de la vida, y cómo ese desvío puede incluso descolocarnos.
Es precisamente el desvío de un plan el que pone en marcha el conflicto. El de la mucama del personaje de Brandoni que repentinamente debe atender a un familiar en el interior y se ve obligada a dejar a su hijo al cuidado de su jefe. Ese niño se vuelve el símbolo físico de la impredictibilidad que hasta ahora él solo había aceptado parcialmente; un agente de cambio.
Es mediante la convivencia que entiende que hay ciertas improvisaciones que son inevitables y son las que construyen el carácter. Es en esa improvisación impuesta donde empezamos a percibir el cambio del protagonista y donde la película tiene sus momentos más humanos, por la identificación que el espectador pudiera tener con él.
La temática de El Retiro tiene una curiosa representación de la mano del personaje interpretado por Gabriel Goity; dentro de la cuota de humor que ofrece esta historia, representa a este concepto de la planificación como una preocupación constante que se interpone en el disfrute pleno de la vida, y aunque en apariencia puede ser irresponsable, su presencia, su amistad con el personaje de Brandoni, es el recordatorio de que la longitud de la vida no necesariamente es sinónimo de calidad.