El triunfo del género
El cine mainstream argentino en los últimos años direccionó sus intereses narrativos en historias policiales verídicas (algunas inspiradas, otras más fieles), la mayoría se apoyaron en libros de investigación como los casos de El clan y El ángel. El microfenómeno actual sobre casos policiales (que también alcanza a la TV) no podía ignorar al famoso “robo del siglo”, el cual generó una bola mediática por las diferentes aristas que se desprendieron y que, además, erigió a uno de sus autores como una suerte de figura pop rioplatense: Vitete Sellanes, un ladrón profesional uruguayo a quien luego se le adjudicaron otros robos.
Hay dos grandes aciertos en El robo del siglo. El primero es inspirarse en el caso real y no caer en la preocupación extrema por la fidelidad que desprecia la dinámica de la ficción. La base troncal del robo está rodeada de licencias dramáticas que funcionan gracias a los mecanismos de la comicidad, en especial por el papel de Diego Peretti, el cerebro de la operación, que hace posible un ensamble tipo buddy movie con Guillermo Francella, quién es nada menos que Vitete, el financista y líder del equipo. El segundo acierto es la incorporación de Ariel Winograd, hasta aquí conocido como el nombre fuerte de la comedia nacional, quien moldea su historia basada en una armonía bien ejecutada entre policial y comedia.
Que la película tenga un anclaje bien definido e identificable con respecto al espacio, al tiempo y al contexto en el que se suscitaron los hechos permite que haya una fuga ligera de las cuerdas más tensas que los géneros proponen. No da lo mismo que esta historia suceda en Buenos Aires o en Nueva York: el thriller internacional, por citar un caso, se ha vuelto una marca registrada que bien ha aprovechado Netflix con producciones españolas, y que no se sale nunca del sendero genérico más duro.
Si El robo del siglo atrae al espectador desde un relato basado en hechos reales, dentro de un contorno textual genérico y con la dirección de un nombre ya conocido en la industria, tiene un casillero todavía por completar: el del star system. Nada de lo anterior funcionaría en taquilla si no existiera un póster con los nombres de Francella y Peretti. Incluso un proyecto similar como El ángel se arriesgó a darle el protagónico a Lorenzo Ferro (un debutante), pero se lo rodeó de Peter Lanzani y Chino Darín, actores que ya pertenecen a la industria. En los pequeños deslices de marketing, como se ve, hay también un conservadurismo fuerte.
El robo del siglo no es solo una historia bien contada y contorneada por un tono preciso sino que, además, exhibe un poderío visual que ninguna de las otras películas mencionadas mostraron, a pesar de querer vender una carta de presentación despampanante en la fotografía y en el uso de la cámara. Aquí el mérito es del célebre y veterano Felix Monti, poseedor de una capacidad para la exuberancia libre de ostentación. Monti aprovecha los espacios y genera un efecto claustrofóbico sin apelar a la cámara nerviosa. Los movimientos, en consecuencia, parecen sacados de una película de los 70 por su equilibrio entre el reposo y la adrenalina.
Hay un lado B en la historia de El robo del siglo y es la de Miguel Sileo, negociador histórico del Grupo Halcón, aquí interpretado con un oficio impecable por Luis Luque. Su figura como perro de presa y contrapeso de los protagonistas hace que la película maneje una tensión necesaria, tensión que funciona casi a la perfección porque hay suspenso, amén de tratarse de hechos conocidos o fáciles de encontrar en Internet. La aparición de Luque es el relleno de energía que la historia necesita en el momento clave donde hay riesgo de meseta narrativa, aunque aquí los tiempos del montaje interno y la economía del relato colaboran para que la película sea un entretenimiento sin demasiadas ambiciones. El volantazo final, en el que el tono de comedia, suspenso y policial gira hacia un drama más personal, pertenece a otra película muy diferente a esta. La nueva obra de Ariel Winograd, después de un par de proyectos dirigidos en México, es un muestrario de cine industrial bien entendido, un cine más que posible en nuestro país.