Un robo de película
En el año 2006, cinco tipos comunes y corrientes perpetraron uno de los robos más extravagantes de la historiografía criminal Argentina: ingresaron en un banco de Acassuso con armas de juguete, tomaron a 23 rehenes, vaciaron las cajas de seguridad (recaudando entre 15 y 20 millones de dólares) y finalmente escaparon por un boquete en el sótano de la sucursal, burlando de esta manera a centenares de efectivos de la policía.
Semejante hazaña atracadora tarde o temprano tenía que llegar a la pantalla grande, no sólo por el impacto que generó en la sociedad Argentina en su momento, sino fundamentalmente por lo absurdo y bizarro del suceso. En otras palabras, acá lo importante no era la magnitud de la entidad perjudicada (una sucursal del Banco Río en la Provincia de Buenos Aires), la cantidad de dinero robado o el grado de violencia suscitado en el robo (nadie salió herido); sino más bien la modalidad, el ingenio con el que se ejecutó y el singular perfil de los asaltantes, a saber: personas de clase media de las cuales solo una tenía antecedentes penales.
Ariel Winograd fue el encargado de dirigir esta fascinante historia que coquetea todo el tiempo entre el thriller policial y la comedia. La película administra muy bien los momentos de tensión y relajación y construye un relato dinámico y entretenido poblado por personajes sencillos y queribles que llevan adelante un plan dotado de una impronta amateur casi romántica a los ojos del espectador.
En ese sentido, puede observarse cierto parentesco con La Odisea de los Giles. En ambos casos se trata de personas ordinarias envueltas en circunstancias extraordinarias que se ponen una meta y van tras de ella a pesar de no saber muy bien lo que están haciendo. En efecto, la banda comandada por Vittete (Guillerno Francella) y Araujo (Diego Peretti) lejos está de ser sofisticada. Las cosas las hacen a pulmón, con una planificación entre brillante y precaria en la que van sorteando obstáculos de a uno por vez, utilizando solo el ingenio y los elementos que tienen más a mano. ¡Cultura del alambre 100%!
Winograd, que tiene una amplia y reconocida trayectoria en el género cómico (“Vino para Robar”, “Sin hijos”, “Mamá se fue de viaje”), no juzga ni glorifica a los personajes, pero desdramatiza el robo y lo postula como una especie de aventura descabellada. En el fondo es un juego, uno peligroso, sí, pero un juego al fin en el que cinco valientes -o delincuentes según como se lo vea- “derrotan al sistema” burlando sofisticados dispositivos de seguridad y evadiendo megaoperativos policiales. Por otro lado, el director se toma algunas licencias artísticas en la que no sigue al pie de la letra los hechos reales, lo cual sin dudas termina siendo un acierto porque le permite enfatizar en lo absurdo e insólito de todo lo que sucedió.
Párrafo aparte para las actuaciones de Guillermo Francella y Diego Peretti. Ambos tienen performances sobresalientes y establecen una poderosa química que se respira en cada escena en la que aparecen juntos. Probablemente, con otros actores el resultado no habría sido el mismo. El resto del elenco, encabezado por Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento también se destaca con creces.
En definitiva, El Robo del Siglo es una excelente producción nacional que cuenta con un guión sólido, la dirección de alguien experimentado en el género, la participación de actores ya consagrados y un notable nivel en todos sus rubros técnicos (fotografía, montaje, música, ambientación).