Lo cómico y lo triste
En dos décadas, el cine argentino diseñado para gran público ha ganado en calidad no solo técnica (eso es claro) sino narrativa, en la medida en que ciertos realizadores con mucho amor por el cine universal se dedicaron a él.
Ariel Winograd es de esa clase: un director que, desde la comedia, ha comprendido el timing, eso tan elusivo. “El robo del siglo”, que narra el mítico atraco al Banco Río, es en realidad una comedia de aventuras e ingresa al más nutrido de los géneros cinematográficos argentinos, el del film criminal (no policial: aquí siempre se mira desde el lado del delincuente, un gran tema para paper que nos excede).
A diferencia del último éxito del género (“La odisea de los giles”), “El robo...” no justifica a sus delincuentes, no les quita amoralidad (no confundir con “inmoralidad”), no romantiza nada: cuenta, del modo más directo posible lo cómico y lo triste, y al mismo tiempo apunta a otra cosa. Es, disfrazada, una película sobre el cine, sobre lo falso, sobre la puesta en escena y sobre el gran tema del arte: la vocación.
En una primera mirada, se trata de un film divertido y amable que se disfruta como andar en tren; pensándolo un poco más, tiene apuntes (algunos de una gran comicidad, como ciertas clases que toma cierto personaje) sobre qué significa el juego de quebrar la realidad. No hace falta elogiar a los actores pero sí destacar que Winograd tiene una mano perfecta para dirigirlos.