Adaptación cinematográfica del famoso robo al banco Río. Fernando Araujo (Diego Peretti) es lo que podríamos denominar un “hombre del Renacimiento”. Artista plástico, artista marcial, culto, bueno para las matemáticas e interesado en la astronomía. No obstante siente un vacío existencial. Le falta algo que le dé una sensación de totalidad a las distintas facetas de su vida. Una noche descubre, accidentalmente, la famosa alcantarilla que pasaba por debajo de la sucursal Acassuso del banco. Se forma en su mente, entonces, la idea de un robo perfecto, de una gran cantidad de dinero y con una vía de escape inesperada.
Araujo reúne un equipo de gente, amigos de él (aunque no sabemos de qué ámbito los conoce) dispuestos a llevar a cabo el golpe. No obstante les falta dinero para financiar la operación. Ahí es donde entra en escena el ya mítico Mario Vitette Sellanes, alias El Uruguayo (Guillermo Francella). Entre el intelecto y la visión de Araujo, y la experiencia y la picardía del Uruguayo, llevarán a cabo uno de los robos más fascinantes de la historia argentina, y que también ha llamado la atención de la prensa mundial.
Es difícil encarar el análisis de esta película sin caer en un paralelismo con La Odisea de los Giles (2019). Ambas son producciones nacionales fuertes, poseen importantes referentes del star-system local y son historias centradas en robos épicos. Si bien es cierto que La Odisea de los Giles tenía sus virtudes, especialmente en el tratamiento del género en el que se inscribe, el “heist film” (películas de robos), no es menos ciertos que está sobrecargada de una bajada de línea moral. Parece ser una película de ladrones justicieros dirigida a un público ultra legalista que necesita que le justifiquen todo el tiempo las decisiones éticas de sus personajes para que se entienda que son los buenos.
Sobre estos puntos débiles de la obra de Sebastián Borensztein, es dónde se levantan las fortalezas de El Robo del Siglo. Para empezar, nos encontramos lisa y llanamente con una comedia. Todo el tiempo hay una liviandad y un sentido del humor que lejos de banalizar la situación, hace que podamos disfrutarla sin culpas. A ver, heist films hay muchas ¿Y cuál es siempre el peor defecto de estas películas? La bajada de línea moral obligatoria que nos recuerda que romper la ley está mal. Esa vuelta al status quo tan arraigada al cine clásico de Hollywood. Pero la comedia parece poder escapar de esos lineamientos. La película de Ariel Winograd posee cierta “anarquía”. Araujo no quiere cometer el robo por codicia o ni siquiera por soberbia. Y ojo, que tampoco es un justiciero como los de La Odisea de los Giles. El personaje de Peretti tiene el espíritu de esos ladrones aventureros de guante blanco, como el famoso Lupin III de la animación japonesa.
Y esta liviandad con la que Winograd se toma el robo también está presente con otras cuestiones. Araujo, cerebro del equipo, fuma todo el tiempo marihuana. La usa para enfocarse. Y no hay ninguna condena moral sobre eso (salvo las quejas del Uruguayo, justamente el único “criminal profesional” del grupo, y que están puestas más bien en tono de gag). Lo mismo se puede decir sobre la figura de la “entregadora”. Como es de conocimiento popular, la banda es atrapada debido al “soplo” de la esposa de uno de los miembros. En general este personaje pasó a la historia como un estereotipo de la mujer traidora. Sin embargo, El Robo del Siglo escapa a ese cliché y muestra al personaje de forma humana y hasta le da una justificación lógica a sus acciones.
El único momento en el que la película se traiciona a sí misma es en un monólogo que tiene el personaje de Francella sobre el final de la película. En un primer plano, el Uruguayo se quiebra y da un breve discurso sobre como la vida criminal atenta contra la familia o algo así. Algo que no aporta nada y arruina un poco el buen viaje que el espectador viene teniendo. Pero por suerte después la película vuelve al buen humor y al tono ligero, para darle un cierre celebratorio a la aventura de estos dos amigos, Araujo y El Uruguayo.
Respecto a las cuestiones más técnicas, la dirección es muy clásica. No hay grandes marcaciones de estilo por parte de Winograd, aunque se puede resaltar la construcción que hace del espacio. Es decir, el trabajo que hace para establecer la ubicación del túnel respecto del banco, o la distancia entre el banco y el punto de escape de la banda. El fuerte de Winograd, está claro, es el humor. Y respecto de las actuaciones, no hay mucho que esperar. Diego Peretti es nuevamente Máximo Cozzetti. Y Francella está en su caracterización humorística típica, más o menos cerca de Pepe Argento. Pero está bien, porque al tratarse de una comedia, Winograd logra sacar lo mejor de ambos para generar empatía y gracia.