Basada en la novela de Jack London, “El llamado salvaje” transcurre a fines del sigo XIX, durante la fiebre del oro en el Yukón canadiense. El protagonista es Buck, el perro consentido de un juez, el cual es robado y vendido en Canadá como perro para trineo. A partir de ahí, Buck irá conociendo la vida difícil y se irá volviendo más valiente y duro. Durante su odisea irá teniendo distintos dueños, algunos buenos y otros crueles. Una figura con la que se cruzará recurrentemente es la de John Thornton (Harrison Ford) un hombre que se alejó de la civilización luego de la muerte de su hijo. Entre Buck y John surgirá un vínculo especial, mientras ambos son atraídos por su lado salvaje. “El llamado salvaje” es una película que parece de otra época. En general, la novela suele considerarse literatura juvenil, debido a que su protagonista es un perro. Sin embargo, es una novela que toca temas oscuros y tiene bastante violencia. Esta adaptación busca claramente ser un entretenimiento familiar. La fotografía es hermosa y llamativa. Es cierto, se trata en gran parte de CGI, pero logra esos paisajes estilizados y “bigger than life” que se lograban con las escenografías en la época del cine grabado en estudios. El tono de la película es en general amable, y no se tocan temas muy retorcidos. De hecho, hay cambios en la historia respecto de la novela, en parte para agilizar la trama, y en parte para evitar cuestiones escabrosas (en el libro sirve una tribu de indios asesinos y Buck mata a algún que otro villano, por ejemplo). No obstante, recuerda a las viejas películas de Disney, como Bambi o El Zorro y el Sabueso. Tiene imágenes muy lindas y una historia casi siempre agradable, pero también tiene algunos momentos dramáticos. Lo más remarcable es que no esquiva el tema de la muerte, como suelen hacerlo la mayoría de las películas juveniles o para toda la familia en estos días (al menos en Hollywood). Quizás el punto más flojo esté justamente en su protagonista. Al tratarse de un perro, y al tener que realizar grandes proezas físicas, Buck está hecho en mayor medida con CGI. Y por supuesto se nota. Solo basta con tener un perro o estar familiarizados con ellos para darse cuenta. Esto incomoda bastante el visionado, sobre todo al principio. Cuando uno se va sumergiendo en la historia lo va dejando pasar. Pero seguramente habrá varios a los que esto les cueste y los saque de la impresión de realidad. Cómo contraste, lo mejor de la película lo encontramos en Harrison Ford. En los últimos años, los papeles de Ford parecen interpretados de mala gana. Parece que no quisiera estar en el set y eso se transmite a los personajes. Se notaba mucho que la única razón para estar ahí era el vil metal. No sabemos si será porque a Harrison le gusta la novela de London, o si le gustan mucho los perros, pero acá eso no pasa. Es la primera vez en años que parece que Harrison Ford está disfrutando actuar. Cuando John Thornton sonríe, parece sincero. Y la dinámica con el perro (o con el actor de CGI) también. En síntesis, “El llamado salvaje” es una fábula amable para toda la familia, sencilla y sin pretensiones. No busca ser más que una película de aventuras. Y no profundiza en temas que no le competen. Por ello, se siente sincera. Y gran parte de eso se debe a un inspirado Harrison Ford.
Y llegó al fin la adaptación cinematográfica del clásico videojuego de Sega. La historia comienza en un mundo paralelo al nuestro en dónde habita Sonic, un erizo azul cachorro que posee una gran velocidad. Longclaw, un viejo y sabio búho que lo cría y protege, le advierte que no debe usar sus poderes en público. Sonic no le hace caso y se gana la atención de unos villanos alados que quieren capturarlo. La solución de Longclaw es enviar al erizo a nuestro mundo a través de uno de los famosos aros dorados que aparecen en el juego, dándole antes una bolsa llena de dichos aros. Sonic cae en Green Hill, un pequeño pueblo de Estados Unidos (que toma su nombre del primer nivel del videojuego). Allí vivirá en secreto hasta hacerse adulto, observando a los habitantes del lugar. Su pueblerino favorito es Tom Wachowski (James Marsden), un policía de Green Hill que acaba de ser aceptado en el Departamento de San Francisco y se mudará allí. Una noche, triste por su soledad, Sonic corre a demasiada velocidad emitiendo una explosión de energía que deja al pueblo sin luz. Esto hace que el gobierno envié a investigar al Dr. Robotnik (Jim Carrey) un egocéntrico y malvado científico. Los caminos de Tom y Sonic se cruzan y el policía decide proteger a Sonic de Robotnik y ayudarlo a escapar hacia otro planeta. Para eso deberán hacer un viaje en auto hasta San Francisco, a dónde por un accidente van a parar los aros dorados. Respondiendo rápidamente a lo que seguramente todos se preguntan: si, el diseño y la animación de Sonic son correctos. Lejos del esperpento del primer trailer, el diseño caricaturesco, respetuoso de la imagen tradicional del personaje, es acertada. Y allí radica el fuerte de la película: el respeto y las referencias al videojuego, a pesar de tratarse de una historia inventada y asentada en nuestro mundo. Aunque se extrañan las canciones del juego, los fans que tengan más fresca la saga seguramente la disfrutarán más, debidola nostalgia y los guiños. No obstante, eso me lleva a cuestionarme a qué público está apuntada la película. Por la simpleza de la trama y lo edulcorado de la comedia, no caben dudas de que se trata de un producto infantil. Yo diría que apuntado al segmento de entre los 6 y 12 años. En este sentido es una película que cumplirá con el objetivo de entretener a los niños. Por otro lado tenemos la iconografía de un videojuego clásico y al gran Jim Carrey, que seguro entretendrán a los padres, tíos y acompañantes adultos en general. Pero no más que eso. Los treintañeros acostumbrados a ese tipo de películas disfrazadas de infantiles, pero que en realidad apelan a la nostalgia de los adultos que coleccionan merchandising, se sentirán defraudados. Es cierto, hay algún chiste sobre pedos, el gag recurrente de decir malas palabras incompletas y referencias a películas cómo Speed. Pero seguramente la encontrarán sosa, en parte porque se parece a millones de películas para niños que ya han visto antes, y encima, en la edad en la que era a ellos a quienes apuntaban. Tal vez sea esto lo que puede cuestionarsele a la película. No que se trate de una mala película, porque probablemente cumple con los requisitos para ser una película aceptable para el público infantil. Sino el hecho de que a lo mejor Sonic, a pesar de su aspecto infantil, es un personaje ya viejo, que interpela más a una generación de adultos que a los niños. En cierto sentido parece una película para chicos que llegó veinte años tarde. Recomiendo su visionado a los adultos que vayan en condición de acompañantes de algún niño que seguro la disfrutará más. O en todo caso, a los fans más acérrimos que encuentren divertido el reconocer los guiños al videojuego.
Adaptación cinematográfica del famoso robo al banco Río. Fernando Araujo (Diego Peretti) es lo que podríamos denominar un “hombre del Renacimiento”. Artista plástico, artista marcial, culto, bueno para las matemáticas e interesado en la astronomía. No obstante siente un vacío existencial. Le falta algo que le dé una sensación de totalidad a las distintas facetas de su vida. Una noche descubre, accidentalmente, la famosa alcantarilla que pasaba por debajo de la sucursal Acassuso del banco. Se forma en su mente, entonces, la idea de un robo perfecto, de una gran cantidad de dinero y con una vía de escape inesperada. Araujo reúne un equipo de gente, amigos de él (aunque no sabemos de qué ámbito los conoce) dispuestos a llevar a cabo el golpe. No obstante les falta dinero para financiar la operación. Ahí es donde entra en escena el ya mítico Mario Vitette Sellanes, alias El Uruguayo (Guillermo Francella). Entre el intelecto y la visión de Araujo, y la experiencia y la picardía del Uruguayo, llevarán a cabo uno de los robos más fascinantes de la historia argentina, y que también ha llamado la atención de la prensa mundial. Es difícil encarar el análisis de esta película sin caer en un paralelismo con La Odisea de los Giles (2019). Ambas son producciones nacionales fuertes, poseen importantes referentes del star-system local y son historias centradas en robos épicos. Si bien es cierto que La Odisea de los Giles tenía sus virtudes, especialmente en el tratamiento del género en el que se inscribe, el “heist film” (películas de robos), no es menos ciertos que está sobrecargada de una bajada de línea moral. Parece ser una película de ladrones justicieros dirigida a un público ultra legalista que necesita que le justifiquen todo el tiempo las decisiones éticas de sus personajes para que se entienda que son los buenos. Sobre estos puntos débiles de la obra de Sebastián Borensztein, es dónde se levantan las fortalezas de El Robo del Siglo. Para empezar, nos encontramos lisa y llanamente con una comedia. Todo el tiempo hay una liviandad y un sentido del humor que lejos de banalizar la situación, hace que podamos disfrutarla sin culpas. A ver, heist films hay muchas ¿Y cuál es siempre el peor defecto de estas películas? La bajada de línea moral obligatoria que nos recuerda que romper la ley está mal. Esa vuelta al status quo tan arraigada al cine clásico de Hollywood. Pero la comedia parece poder escapar de esos lineamientos. La película de Ariel Winograd posee cierta “anarquía”. Araujo no quiere cometer el robo por codicia o ni siquiera por soberbia. Y ojo, que tampoco es un justiciero como los de La Odisea de los Giles. El personaje de Peretti tiene el espíritu de esos ladrones aventureros de guante blanco, como el famoso Lupin III de la animación japonesa. Y esta liviandad con la que Winograd se toma el robo también está presente con otras cuestiones. Araujo, cerebro del equipo, fuma todo el tiempo marihuana. La usa para enfocarse. Y no hay ninguna condena moral sobre eso (salvo las quejas del Uruguayo, justamente el único “criminal profesional” del grupo, y que están puestas más bien en tono de gag). Lo mismo se puede decir sobre la figura de la “entregadora”. Como es de conocimiento popular, la banda es atrapada debido al “soplo” de la esposa de uno de los miembros. En general este personaje pasó a la historia como un estereotipo de la mujer traidora. Sin embargo, El Robo del Siglo escapa a ese cliché y muestra al personaje de forma humana y hasta le da una justificación lógica a sus acciones. El único momento en el que la película se traiciona a sí misma es en un monólogo que tiene el personaje de Francella sobre el final de la película. En un primer plano, el Uruguayo se quiebra y da un breve discurso sobre como la vida criminal atenta contra la familia o algo así. Algo que no aporta nada y arruina un poco el buen viaje que el espectador viene teniendo. Pero por suerte después la película vuelve al buen humor y al tono ligero, para darle un cierre celebratorio a la aventura de estos dos amigos, Araujo y El Uruguayo. Respecto a las cuestiones más técnicas, la dirección es muy clásica. No hay grandes marcaciones de estilo por parte de Winograd, aunque se puede resaltar la construcción que hace del espacio. Es decir, el trabajo que hace para establecer la ubicación del túnel respecto del banco, o la distancia entre el banco y el punto de escape de la banda. El fuerte de Winograd, está claro, es el humor. Y respecto de las actuaciones, no hay mucho que esperar. Diego Peretti es nuevamente Máximo Cozzetti. Y Francella está en su caracterización humorística típica, más o menos cerca de Pepe Argento. Pero está bien, porque al tratarse de una comedia, Winograd logra sacar lo mejor de ambos para generar empatía y gracia.
Paula es una actriz entrada en los 30, que accidentalmente logra frustrar un asalto a un bar. Eso le da cierto protagonismo en los medios, y algún reconocimiento en la calle. Cuando sus quince minutos de fama se terminan, descubrimos que acaba de separarse, está alejada de la actuación y toda la gente que la rodea parece triunfar mientras ella no lo hace. En síntesis, se ha vuelto un personaje secundario en su propia vida. Esta película pertenece a esa especie de “sub-género” que existe en el cine argentino, que se caracteriza por seguir con la cámara el día a día de un personaje, a partir de un suceso disparador, como si asistiéramos a un documental secreto sobre un individuo, a lo Truman Show. Un ejemplo reciente sería “El cuidado de los otros” (Mariano González, 2019). Lo que hace distinta a “La Protagonista” es el uso de la comedia. Una comedia sutil, lograda mediante gestos, tonos, miradas. Paula se encuentra en un momento de su vida en el que acaba de separarse, no encuentra satisfacción en la profesión que ama, y se siente incómoda en cualquier situación social. Es imposible no sentirse reflejado en alguna de las situaciones que se le presentan a este personaje como viñetas. Clara Picasso, directora y guionista, consigue con pequeños guiños lograr la complicidad del espectador, sacarnos una sonrisa y decir “yo también estuve ahí, Paula”. La película se sostiene casi totalmente en la actuación de Rosario Varela, en una gran performance que logra transmitir con su rostro una catarata de emociones que su personaje, Paula, busca ocultar mediante sus palabras. Varela construye un personaje que se siente humano y querible, al que nos da ganas de abrazar y decirle que ya todo va a pasar. Picasso y Varela construyen el retrato de una generación que pensó que siguiendo sus sueños, a los treinta años ya tendrían la vida resuelta. Y acá están, como Paula, envueltos en la incertidumbre. Viviendo constantemente el choque entre expectativas y realidades. Una generación que esconde sus emociones hasta que ya no pueden más y explotan, como en el último y potente plano de la película.
Grace (Samara Weaving) se casa con Alex, miembro de la acaudalada familia Le Domas, excéntricos fabricantes de juegos. En su noche de bodas, Grace debe cumplir con una tradición familiar y elegir una carta al azar de una caja misteriosa. Esta tradición se remonta a los orígenes de la dinastía y a un pacto misterioso que dio lugar a la fortuna familiar. En la carta aparecerá el nombre de un juego que deberá jugar con sus nuevos parientes. A ella le toca “Hide and Seek” (“la escondida”). Lo que Grace no sabe es que además de buscarla la familia debe matarla antes del amanecer. Boda Sangrienta es una película que mezcla comedia, terror y acción. Es difícil decir si uno de estos géneros predominan por sobre los otros. No es una película cuyo fin sea generar horror en el espectador, pero logra algunos momentos de tensión. Tiene algunas imágenes gore, pero con un fin principalmente cómico. El humor es una constante en toda la película, no posee momentos dramáticos o reflexivos marcados. Por otro lado, desde que la cacería se inicia, predomina la acción física. Quizás esto es lo más logrado de la película. El argumento avanza a golpe de persecuciones, mutilaciones y huidas imposibles. Samara Weaving recibe porrazos, disparos, caídas y accidentes de autos como el mejor de los héroes de acción. Sin necesidad de un uso marcado y demagógico de la lucha feminista, el personaje de Grace se presenta como una mujer imparable, que aguanta tantos golpes como los que da. Y lo mejor es que el guion de la película estira este recurso hasta el último momento, sin miedo al absurdo ni pretensiones de “seriedad”. Un poco más flojo es el uso del humor y el horror. Pretende ser una comedia negra, pero recurre a gags simplones y obvios. Falta acidez e ingenio. Tampoco llega a niveles extremos con el humor negro, como sí lo hace con la acción. Lo mismo pasa con el componente gore. Hay, si, pero queda tibio. Parece que la violencia se hubiese medido para ganar el favor de los amantes del género, pero sin perder los horarios centrales de las salas de cine. Es una lástima porque la película podría haberle sacado mucho jugo a estos elementos, pero la cosa queda a medio camino. Es una película que podría haber sido de culto pero se siente como entretenimiento mainstream para un sábado de súper acción. Quizás si Boda Sangrienta se hubiese hecho en Gran Bretania, estaríamos frente a una nueva Shawn of the Dead. O bajo la dirección de un español podría haber quedado algo cercano a la factoría de Álex de la Iglesia. Una lástima. Boda Sangrienta presenta una premisa original, pero le faltó combustible para convertirse en una película que trascienda el ser un entretenimiento pasajero. No obstante, ofrece buena acción y una buena performance por parte del elenco, en el que sobresalen Samara Weaving y el regreso de la semi-desaparecida Andie MacDowell (la de “Hechizo del tiempo” y otras películas de los 80s, aunque ahora hace publicidades de crema anti-age). Como dato de color, el trasfondo de la familia, es decir lo que se esconde tras la boda, recuerda a lo que ocurre con la familia del novio en la película argentina “Claudia” de Sebastián De Caro. Aunque en ese caso está manejado con mayor sutileza.
Hay películas que son relevantes por sus cualidades artísticas o sus virtudes como entretenimiento. Hay otras películas que importan porque cuentan historias que deben ser contadas. A este segundo grupo pertenece Reporte Clasificado. Durante la presidencia de Barack Obama, el Senado estadounidense ordenó que se investigaran los métodos de interrogatorio usados por la CIA en la “guerra antiterrorismo” post 11-S. Esta tarea le fue encomendada al investigador Daniel J. Jones (interpretado correctamente por Adam Driver), el cual descubrió una historia sórdida y ridículamente trágica: Luego de los atentados a las Torres Gemelas, quienes inicialmente llevaron a cabo los interrogatorios a presuntos terroristas fueron los agentes del FBI. Estos eran los más experimentados en dicho campo (una buena muestra de sus métodos de interrogación lo encontramos en la serie Mindhunter). La CIA, en parte envalentonados por contar con un presupuesto ilimitado, y en parte por su propio orgullo, deciden reemplazar a los entrenados agentes del FBI por un programa de “Interrogatorios mejorados” comandado por dos psicólogos. El programa constaba básicamente de un compendio de métodos de tortura. La experiencia de estos psicólogos en interrogatorios era nula y sus fundamentos científicos dudosos. Para colmo, en los cerca de 119 casos en los que se utilizó tortura, no se logró obtener información nueva y verdadera, hasta incluso obstruyó algunas investigaciones. La CIA, el Partido Republicano e incluso la Administración Obama hicieron todo lo posible para que este informe no saliera a la luz. Sólo la obsesión de Daniel J. Jones con la verdad logró que la investigación siguiera adelante. La película es una ficcionalización del proceso de investigación, y hasta podríamos considerarlo una docuficción. Si bien no utiliza elementos extradiegéticos ni Narrador en Off, los diálogos cumplen principalmente una función informativa, describiendo los que se descubrió en la investigación. Los flashbacks funcionan como recreaciones de los hechos que se encuentran registrados en el informe. Reporte Clasificado cuenta con una realización sobria, cercana al documental, justamente porque no busca opacar con la imagen al diálogo, que es lo verdaderamente importante. Más bien la puesta en escena está pensada para hacer amena la experiencia y no perderse entre tanta información (lo cual está bien logrado). Lo que hay que reconocerle al director Scott Z. Burns es que las escenas de tortura están representadas con crudeza, pero evitando la violencia extrema y explícita. Otro elemento a destacar es la cita a la serie 24 y a la película Zero Dark Thirty, cuando se muestra que la CIA hizo una campaña sucia para hacerle creer al mundo que la tortura había conducido a resultados reales. Reporte Clasificado se para entonces como una respuesta autoconsciente, racional y bien argumentada frente a dichas producciones.