La vitalidad del río
De manera bastante prolífica, Gustavo Fontán viene construyendo una filmografía muy sólida, a la que ahora se suma El rostro, su nuevo opus en el que tenemos como protagonista a un hombre que llega hasta una isla en el Río Paraná. Y más allá de la ausencia de palabras, se puede decir que esta nueva película de Fontán se encuentra con su magnífica La orilla que se abisma en la perspectiva poética, en los márgenes del Paraná y en la profunda certeza de la potencia vital del río como organizador de la vida.
Película que no narra, sino muestra, los registros de El rostro son variados y en el encuentro dialéctico de los mismos es inevitable encontrarse con la Idea. Al modo del cine antropológico de los años ’20 o ficcionalizando el muy moderno “footage”, por momentos registrando al modo tradicional del documental de observación o presentando un modelo radicalmente experimental, Fontán propone pensar en tanto unidad el pasado y presente, lo vital, el deseo, la familia y lo comunitario y la relación del hombre y la naturaleza. Y en medio de esa compleja construcción de la Idea unificadora, la condición social del hombre del río.
La película comienza con una advertencia tácita. Esta es una película para ser escuchada. El trabajo del sonido que anticipa, retrasa, deforma, oculta y devela, es notable. La construcción del fuera de campo a partir de este recurso completa la idea de totalidad. Como en el discurso poético, la voluntad de la libertad es el acceso a la totalidad como idea, a la naturaleza y al hombre. En ese camino se encuentra Fontán con El rostro, una película imperdible.
NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el BAFICI.