Del director Yorgos Lanthimos, conocido por “Langosta”, llega una nueva película que también incluye fauna en su título: El sacrificio del ciervo sagrado. Un nombre que refleja con precisión las pretensiones místicas y oscuras del film.
¿De qué se trata El sacrificio del ciervo sagrado?
Steven (Colin Farrell), un exitoso cirujano cardiovascular está casado con la oftalmóloga Anna (Nicole Kidman) y juntos son padres de dos hijos, Kim y Bob. Steven se hace amigo de Martin (Barry Keoghan), un adolescente que quedó huérfano de padre luego de una cirugía.
El joven se va metiendo cada vez más en la vida de la feliz familia hasta que lo siniestro empieza a ganar lugar casi sin que se den cuenta.
Lo trascendente de El sacrificio del ciervo sagrado
Con este título tan rimbombante, tan difícil de olvidar, el director Yorgos Lanthimos presenta una película que le hace honor. Primero, porque es distinta, en muchos sentidos. No vas a ir a ver una historia servida en bandeja, didáctica o que dé las respuestas que estás esperando. Acá no habrá explicación. En cambio, El sacrificio del ciervo sagrado es un relato donde lo siniestro y hasta lo metafísico lo dominan todo, pero sin que lo notemos hasta promediando la película.
Otra cosa maravillosa de El sacrificio del ciervo sagrado es la certera presencia de un director. No uno por encargo, sino uno que se expresa en cada plano. Tomas cenitales y picadas, casi simulando la filmación de una cámara de seguridad, o la mirada de un Gran Hermano todopoderoso, aportan tensión al relato, lo tornan asfixiante y refuerzan a cada minuto la sensación de que no hay salida.
Y claro, desde el inicio, no, miento, desde que supe de esta película, me pregunté por qué se llama así. Y sería un tremendo spoiler de mi parte decirlo. Pero te vas a enterar y es tremendo. Es una razón oscura e inquietante -sí, porque inquietante es un buen adjetivo para esta película.
Más razones para ver El sacrificio del ciervo sagrado
Las actuaciones, además, están estupendas. Tanto Nicole Kidman como Colin Farrell, que en 2017 ya compartieron pantalla en El seductor de Sofia Coppola, están absolutamente creíbles y transitan sus personajes sin errores, sin una coma de más. Perfectos, deslumbrantes.
Pero, hay que decirlo, quien se roba la película es el extraordinario Barry Keoghan, a quien quizás viste en Dunkerque. Su rostro, tan inconfundible, tan único, es perfecto para interpretar a ese adolescente trastornado y misterioso que sabemos que va a traer problemas pero no sabemos cómo. Su actuación, incluso -y sobre todo- su voz, esa forma de hablar monocorde y veloz suma confusión y lo hace aún más inquietante.
Y aún no te hablé del género. El sacrificio del ciervo sagrado sería lo que Netflix suele llamar “Drama sombrío”. Es un thriller, a su manera, pero también es un film de terror, de algún modo. Es todo eso junto. Se trata de una película de autor de esas que están destinadas a tener una taquilla discreta y quizás hasta algún rechazo por su libertad narrativa, pero que con el tiempo pasa a ser de culto. Tal vez, sí, le sobren algunos minutos, pero salís del cine con la sensación de haber visto algo que realmente fue pensado, con inteligencia, y con la intensión de perturbar, de generar algo más que 2 horas de entretenimiento liviano.
Original, inquietante y nada complaciente, así es El sacrificio del ciervo sagrado. Y eso es suficiente motivo para ir a verla.
Puntaje: 10/10
Título original: The killing of a sacred deer
Duración: 121 minutos
País: Estados Unidos / Reino Unido / Irlanda
Año: 2017