Un drama de resonancias siniestras que daba para más
Algunas películas son más raras u originales que realmente eficaces, pero en el caso de esta ambiciosa "El sacrificio del ciervo sagrado" está claro, desde el principio, que la intención del director Yorgos Lanthimos es hacer algo minuciosamente extraño, intención que al final atenta contra el potencial de una historia interesante.
Colin Farrell es un exitoso cirujano que alguna vez tuvo problemas con la bebida, y que tal vez por culpa entabla una extraña relación con un adolescente, hijo de un paciente que murió en el quirófano. En un momento ese vínculo se vuelve un tanto molesto para el médico, algo esperable dado que lo invitó a su casa para que conozca a su esposa. Nicole Kidman. y a sus dos hijos (estas incongruencias son las que afectan la lógica y la fluidez narrativa del film). Pero cuando el espectador ya se está preguntando para qué pagó la entrada cuando oye esos diálogos monocordes entre el adolescente y el médico, el hijo menor de Farrell sufre una extraña parálisis, y el extraño visitante le da un ultimátum al medico, asegurando que si no elige sacrificar a un miembro de su familia, todos terminarán con parálisis, sin poder comer, y finalmente morirán.
El director maneja un estilo de drama absurdo que a veces funciona y a veces no, pero da lugar a escenas intensas y situaciones desaforadas. Igual, el resultado necesariamente es más raro que realmente bueno.