Ver una película de Yorgos Lanthimos es prestarse a un viaje hacia lo desconocido. No se trata de universos fantásticos con estética colorida, sino de las oscuras profundidades de la mente humana.
Sucedió con la perturbadora Colmillos (Kynodontas) en 2009, un film que ponía en jaque los vínculos de poder en una familia de apariencia normal cuyo padre encerraba a sus hijos para “preservarlos” del mundo exterior al estilo El castillo de la pureza (1972) de Arturo Ripstein, con la diferencia que en este caso el hombre hacía llamar de manera “diferente” a los objetos. Luego produjo similar reacción en 2015 con la no estrenada en Argentina La langosta (The Lobster) sobre un Estado totalitario que condena a los solitarios que no hallan pareja o eligen la soledad como modo de vida. Después de estar veinte días en un hotel de lujo y no entablar relación con otra persona, son despojados a los bosques y, si son encontrados por las fuerzas del orden, convertidos en animales.
El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) combina la dinámica familiar y el aspecto fantástico en la relación entre un joven de 16 años llamado Martin (Barry Keoghan), y un médico cirujano (Colin Farrell). El vínculo forzado esconde una naturaleza trágica: la deuda moral del médico con el chico, tras fracasar en la operación a corazón abierto de su padre. Pero Martín, lejos de encontrar tranquilidad a su dolor, se obsesiona con la venganza y lanza una maldición sobre la mujer y dos hijos del médico, condenándolos a sufrir parálisis hasta la muerte a menos que el hombre admita su negligencia en el quirófano.
El realismo se vuelve fantástico con la incorporación de este maleficio sobrenatural que medicinalmente, el personaje de Farrell y su esposa también médica (Nicole Kidman), no pueden destrabar. La pareja intenta por todos los medios encontrar una solución racional y su cordura comienza a entrar en crisis. Las intenciones tienen mayor fuerza que las acciones.
El sacrificio del ciervo sagrado, como los anteriores films de Lanthimos, pone los nervios de punta. Es que más allá de narrar una historia cautivante, es la manera de hacerlo aquello que sorprende y tiene expectante al espectador. Una cámara ubicada en lugares atípicos genera extrañeza, movimientos de cámara precisos, una composición de planos simétrica y una música clásica estridente producen un clima inquietante, que recuerdan a Stanley Kubrick.
El griego Yorgos Lanthimos es un autor a tener en cuenta en la cinematografía actual. Tal vez El sacrificio del ciervo sagrado no cuente con las premisas contundentes de sus mencionados films pero refleja sus dilemas autorales: explorar las oscuridades de la naturaleza humana de manera directa, sórdida y arrolladora.