El sacrificio del ciervo sagrado, de Yorgos Lanthinos
Por Gustavo Castagna
Abonado a festivales clase A y referente de un cine de la “maldad” (para ponerle un rótulo medio estúpido), el griego Yorgos Lanthinos divide aguas entre quienes bendicen sus dardos quirúrgicos dirigidos a una burguesía decadente, y los otros, en el bando opuesto, que no le perdonan esa mirada malsana y poco compasiva sobre la familia y la sociedad.
Por un lado, parece ser que la obra de Lanthinos opone a los defensores de las películas de Michael Haneke (me ubico ahí acá) con cierta visión sensiblera y bondadosa que agrupa a espectadores y a un sector de la crítica. La batalla (medio tonta y superficial, digamos) tiene su nuevo exponente con El sacrificio del ciervo sagrado, ya con elenco internacional de primera en manos del malo malo eres del griego, quien vuelve para joderle la existencia a las almas delicadas y sensibles que solo soportan historias lindas y que te acaricien el alma (frase tonta pero acorde).
Pero vayamos al asunto principal. El sacrificio del ciervo sagrado tiene momentos notables, en especial, aquellos en donde la puesta en escena converge a un muestrario del cine de terror en vertiente acosadora, incómoda, molesta. Ocurre que la trama pide eso y Lanthimos lo transmite con fina sutileza.
Del acoso se encarga un joven de 16 años y los afectados son un matrimonio profesional y feliz (Farrell, Kidman) con dos hijos. Él experto cirujano, ella oftalmóloga, buen pasar económico, prestigio para el fuera, la vida a flor de piel. Pero el mundo empieza desmoronarse cuando el médico erra una operación coronaria y fallece el padre del futuro invasor de esa existencia placentera. Allí Lanthimos se siente a sus anchas y construye instantes de inusitada belleza fusionada a una perversión que mira con detenimiento al cine de Haneke. En efecto, antes de que surja subrepticiamente una especie de regodeo manipulador sobre el castigo que merece la familia “responsable” (y aun cuando los últimos diez minutos vuelven al tono inquientante de los mejores momentos), el cineasta griego construye sus propios “Funny Games” al servicio de una mirada misantrópica que no admite vacilaciones y que exige el interés de un espectador sin preconcetpos.
En ese terreno, el del terror psicológico e invasivo, el director de Canino y The Lobster triunfa en sus propósitos, conformando una puesta en escena metálica, fría y gélida, que provoca esa inestabilidad y malestar similiar al de sus películas anteriores.
El secreto del ciervo sagrado, con su dùo actoral de estrellas al servicio del director junto al temor que transmiten las apariciones del joven interpretado por Barry Keoghan, es una película que nunca traiciona sus objetivos buscando incomodar, molestar y hasta irritar.
Jamás la indiferencia. Y está bien que así sea en medio de un cine lánguido y escaso de sorpresas.
EL SACRIFICIO DEL CIERVO SAGRADO
The Killing of a Sacred Deer. Gran Bretaña/Irlanda/Estados Unidos, 2017.
Dirección: Yorgos Lanthimos. Guión: Yorgos Lanthimos y Efthymis Filippou. Fotografía: Thimios Bakatakis. Edición: Yorgos Mavropsaridis. Intérpretes: Nicole Kidman, Colin Farrell, Alicia Silverstone, Barry Keoghan, Bill Camp, Raffey Cassidy, Sunny Suljic. Duración: 121 minutos.