La gran pregunta que se nos plantea en éste filme es saber a quién va dirigido Desde la elección de las formas y el contenido propiamente dicho.
O partiendo de la elección estética en que será contada una historia, de su presentación como texto acabado, la de los protagonistas, su construcción, desarrollo, el cierre sin respuestas.
El punto es que, creo, dejara a más de un espectador fuera. La realización abre con una cámara cenital mostrando un corazón latiendo dentro del pecho de un paciente, así de crudo, así de directo, de distante, de frío, y con música de Wagner.
La presentación de los personajes, su constitución y posterior desarrollo, no se aleja de lo mostrado en la primera escena, personajes hieráticos, toda una familia donde las sensaciones y los sentimientos no tienen posibilidad de ser expresados.
La historia se encuadra en principio entre dos variables extrapoladas: la circulación de la culpa y el deseo de venganza. Entre esas dos vertientes el director va construyendo un texto que mezcla la tragedia griega y el thriller o terror psicológico.
No es una mirada caprichosa, varias veces se nombra a Ifigenia, dando lugar a pensarse desde la tragedia de Eurípides, (¿Cuántos saben quien es Ifigenia?, ¿Cuántos leyeron o vieron la obra de teatro?).
En segundo término, y en la relación entre los personajes, se va instalando paulatinamente una cacería de gato contra ratón, por momentos de manera circular, con cambios de roles, hasta que se define, de modo lento pero continuo.
Steven (Colin Farrell) es un eminente cirujano, casado con Anna (Nicole Kidman), una respetada oftalmóloga. Viven en términos de concordancia, estabilidad, junto a sus dos hijos, Kim (Raffey Cassidy) y Bob (Sunny Suljic).
Cuando Steven entabla amistad con Martin (Barry Keoghan), un joven de dieciséis años, con claros signos psicopatológicos, sin padre, decide protegerlo, pero los sucesos a priori producen un giro siniestro.
Es que Steven observa desesperado cómo sus hijos contraen una enfermedad que él es incapaz de explicar.
Ahí es donde da cuenta de la causalidad de los hechos, es puesto contra su voluntad a escoger entre realizar un impresionante sacrificio o arriesgarse y poder perderlo todo.
El filme se muestra como perturbador de manera persistente, para ello ayudan los climas “in crescendo” que se van proponiendo, la música en función de amplificar las sensaciones en el espectador, y las muy buenas actuaciones como soporte del trío principal.
Por momentos el texto se presenta de manera muy surrealista, todo demasiado calculado y manipulador.
Si la intención era trabajarlo desde la metáfora, obra se presenta como una realidad posible, y no llega a ser una metonimia pues lo que muestra es exactamente lo que dice.
Esto no va en desmedro del producto por definición, pero algo entre la idea y el designio parece haberse quedado sin desarrollar.
Un filme pretendidamente de altísima calidad artística, que se reduce a lo mínimo cuando se le extirpa el envoltorio pues lo inverosímil se hace presente, desde lo no creíble de la resolución en estos tiempos, hasta el final de la historia.