Nos encontramos frente a una familia de clase alta, ambos médicos respetables, ellos están casados hace 16 años y ejercen su profesión aparentemente en forma eficiente. La relación con el joven Martin (Barry Keoghan), comienza cuando el padre de este fallece, dentro de una operación que ejecutaba Steven, este además de charlar con él, le da un obsequio y hasta lo invita a su casa.
Las actuaciones de Nicole Kidman y Colin Farrell, son estupendas, juntos tienen muy buena química, hace muy poco tiempo trabajaron juntos en “El seductor” (2017) de Sofia Coppola, brillante el actor irlandés Barry Keoghan (“Dunkerque”) tiene una mirada que resulta escalofriante y a la vez de sufrimiento.
A raíz de una serie de situaciones ellos con el tiempo irán cayendo en un infierno. A veces los seres humanos somos bastante miserables, mas cuando comete distintos errores, sabiéndolo, como para poner un ejemplo, porque conducimos cuando sabemos que si bebimos alcohol no debemos hacerlo, entre otros actos.
Su relato no resulta sencillo, en este thriller psicológico, por momentos asfixiantes, crueles y terroríficos, cuanto pueden influir los pecados del pasado o actuales, donde se van planteando varios temas: la masturbación y la virginidad, hasta donde la emoción puede dominar el cuerpo, como te podes sumergir en la desesperación, destrucción y lo difícil que es reparar el duelo.
Su trama puede resultar ácida, surrealista, tiene símbolos y moraleja, deja al espectador pensando y es conveniente verla con la mente bien abierta. Conviene no desvelar mucho su contenido para no quitarle la sorpresa.
El film tiene mucho de las influencias de los orígenes del cineasta griego Yorgos Lanthimos, uno la puede relacionar con la tragedia griega como: Cuando Edipo se arranca sus ojos y derrama su sangre, como en la “Ilíada” Agamenón mato a un ciervo sagrado y para ganar su batalla y conforma a los dioses debe sacrificar a su hija Ifigenia, para liberarse, a veces hay que sacrificar algo valioso.