Si no fuera por un cierto exceso de minutos utilizados en subrayar más de una vez lo que ya se vio, y comprendió con creces, estaríamos ante un documental que bien podría tener un lugar en el podio del género en lo que va de año.
La introducción de “El silencio del puente”, hecha con un gran poder de síntesis, nos indica que la idea del puente San Roque de Santa Cruz, que une Posadas, capital de Misiones, con la ciudad paraguaya de Encarnación, era utópica. Abrazar Argentina con la hermana Paraguay, entrelazar costumbres y comercio, dar trabajo y bienestar. En fin, otra de las tantas falacias que engordaba la famosa, y jamás puesta en práctica, "revolución productiva" del gobierno menemista. La política interior y económica que llevaba adelante aquel gobierno derivó en una zona de alta desocupación, abandono del Estado y decrecimiento de la calidad de vida. Las changas pasaron de ser "pasar algo por el puente" a contrabando y tráfico de drogas.
En este contexto social Eduardo Schellemberg focaliza su atención en tres pilares que, cada uno a su manera, dará cuenta de su visión sobre el pasado y la actualidad. Aurora Lucena busca desde hace años, e incansablemente, aclarar en la justicia la pérdida de su marido, uno de los dos gendarmes que murieron en circunstancias extrañas en la zona del puente. Eduardo Petta (acaso la parte más interesante) nos va contando como llegó a fiscal y como fue degradado cuando el ejercicio de su profesión lo llevó a investigar la red de contrabando que crecía entre Posadas y Encarnación. Por último, Ricardo Rodriguez es un abogado que defiende mayoritariamente a aquellas "mulas" que llevan y traen todo tipo de cosas.
Metiéndose con mucha paciencia en la rutina de cada uno, el realizador logra el objetivo de dejar en claro que la burocracia existe en todos lados, pero en este lugar es además funcional a la corrupción y la impunidad. Los tres protagonistas sirven como el botón de muestra de una situación que imaginamos se multiplica por cientos.
Ciudadanos rehenes de una estructura casi imposible de derribar. El lugar que quedaría para entregar un dejo de perseverancia es precisamente el momento en el que la redundancia de información conspira con el interés creado a pura imagen y encuadre en la primera hora. Como si el poder de síntesis del comienzo no hubiera podido repetirse al final.
Los méritos de todos modos no están empañados por esto. “El silencio del puente” funciona por la audacia de abordar un tema que se desconoce en el resto del país. Luego estará en cada uno ver que hace al tener conocimiento de estos hechos.