Injusticia sin fronteras
En 1991, Carlos Saúl, por entonces presidente argentino, inauguraba el puente San Roque González de Santa Cruz en la Ciudad de Posadas, que uniría la capital misionera con la ciudad de Encarnación en Paraguay. Dicho puente, que se empezó a construir durante las dictaduras militares de Videla y Stroessner, permitiría un mejor acceso a la triple frontera, mejorar el comercio de la zona y la comunicación entre ambas naciones.
Sin embargo, gracias a las privatizaciones de empresas nacionales que terminaron por destruir la economía durante la década del ’90, el 70% de la población de la provincia mesopotámica quedó debajo del nivel de pobreza, provocando que la principal actividad que se realizara en dicho puente, sea el narcotráfico. Esto trajo como consecuencia la creación de la Policía Caminera en la frontera paraguaya, que controla el paso de droga y mercancía de una frontera a otra.
En el año 2001, en una “confusa” persecución a traficantes en el puente, dos gendarmes misioneros murieron supuestamente ahogados. Desde entonces, la viuda de uno de ellos, Aurora, está tratando de descubrir la verdad, acerca de la muerte del marido.
El trabajo de Eduardo Schellemberg tiene un mayor valor periodístico que cinematográfico posiblemente, ya que tiene una clara intención de denuncia contra el sistema legal y la corrupción policiaca en ambos bordes del puente.
El realizador toma como protagonistas a tres personajes: la susodicha Aurora, a la que viene siguiendo en estos diez años en que busca justicia; a un ex fiscal paraguayo devenido en jefe de la policía caminera, que muestra el funcionamiento del registro en el puente y a un abogado misionera, que pretende mostrar la razón por la que las comunidades de ambas fronteras se convierten en peones del narcotráfico para poder mantener a sus familias.
Si bien termina siendo un poco extenso el documental, hay que atribuirle a Schellemberg la pasión por la investigación (recurriendo a buen material de archivo) y un preciso uso del montaje, consiguiendo un relato fluido y dinámico gracias a que va intercalando en forma progresiva las tres historias. En los tres casos, la narración se va construyendo de a poco. Ya sea aclarar un misterio (la muerte del gendarme), comprender los motivos que dejaron al ex fiscal fuera del poder judicial paraguayo (funciona en menor medida, pero es un personaje interesante) o ser testigo de la construcción del informe sobre la pobreza de la zona por parte del abogado. De las tres historias, la de Aurora es la más atrapante porque como personaje tiene una construcción completa. Ya que además de mostrarla en la cotidianeidad y narrando los hechos que acontecieron en la primavera del 2001, el director también la ayuda en la búsqueda de testigos para la apelación contra los sospechosos por el crimen de su marido.
Por otro lado, tiene muy buenos momentos el seguimiento del día del ex fiscal, como por ejemplo cuando atrapan a un motociclista o a un automotor con cocaína encima.
Algunos datos no logran comprenderse en su totalidad, pero también porque lo que sucede en el puente termina siendo tan corrupto como confuso.
El Silencio del Puente es un trabajo que da pie a la reflexión y que hace una aplicada denuncia sobre una región del país, donde la justicia, prefiere hacer la vista gorda.