La búsqueda del tesoro
En cada película de Porumboiu se pone en escena una fricción entre la ley y la libertad, la regla y el juego, la verdad y la mentira, entre un pasado enterrado y el modo en que vuelve a surgir en la superficie del presente. En este caso, lo que está oculto es un tesoro que funciona a la vez como motor de la ficción y vector de una reapropiación de la Historia. Para la familia del protagonista, la ubicación del botín tiene múltiples connotaciones: la ocupación alemana durante la guerra, la nacionalización después del conflicto y la transformación luego de 1989. Corneliu Porumboiu combina con inteligencia el espíritu de la comedia, la radiografía política y el placer del juego, con una película en la que el valor del tesoro es tan importante como recuperan la propia historia.
El cineasta crea tensión a fuego lento con una sorprendente eficacia narrativa y una puesta escena precisa donde las palabras hacen vibrar los planos. La primera parte sigue la lógica del plano y contraplano con encuadres cerrados, pertinente para filmar el acuerdo entre Costi y Adrián. La segunda se desarrolla en un espacio abierto, con planos generales magníficos en los que Costi se convierte en una especie de extensión del espectador para observar la extraña e hilarante danza entre Adrián y el detector de metales.
Cuando los chicos juegan a la búsqueda del tesoro, el potencial contenido del cofre es menos importante que las mil y una historias y aventuras fantásticas que implican la búsqueda. En el comienzo, Costi duerme a su hijo con la lectura de Robin Hood. Bajo una historia sencilla, leve y lúdica, en la película de Porumboiu subyace la cuestión de la propiedad, las riquezas desmaterializadas por el paso del tiempo y una idea fuerte de posesión ligada a la historia reciente del país. Finalmente, lo que el padre le entregará a su hijo no será el valor de las dudosas joyas, sino la posibilidad de apropiarse de los objetos para integrarlos al juego. Costi le ofrecerá una hermosa ficción.