Una pequeña aventura
Tal vez las películas del director rumano Corneliu Porumboiu (“Bucarest 12:08”; “Policía, adjetivo”; “Cae la noche en Bucarest”) no sean para recomendar a viva voz. Su cine es austero, simple, sin artificios. Sus planos fijos y sus largos planos secuencia imponen un ritmo lento y reflexivo. Sin embargo, sin ser apto para todo público, Porumboiu puede deslumbrar y conmover desde su simpleza, y “El tesoro” es una nueva prueba. La película se centra en Costi, un trabajador de la clase media con una vida gris y monótona que entra en un dilema cuando un vecino, desesperado por una hipoteca que no puede pagar, le pide plata prestada. Ante la negativa lógica de Costi en tiempos de crisis, el vecino va por más: le propone buscar un tesoro que su abuelo habría ocultado antes de la Segunda Guerra Mundial en una casa de campo como la solución económica para todos. Costi y su inesperado socio empiezan así una pequeña aventura, que tendrá por supuesto sus obstáculos: desde la contratación de un detector de metales hasta la posible aparición de la policía reclamando valores históricos. Con estos pocos elementos Porumboiu construye un relato de una tensión muy singular, con un suspenso tan sutil como profundo. De a poco el tesoro se convierte en la metáfora de un proceso en el que se cruzan los sueños frustrados, las contradicciones, la tentación de sacar ventaja, la burocracia y la corrupción. Y todo está atravesado por la conflictiva historia de Rumania, desde la llegada del comunismo hasta la crisis financiera que estalló después de 2008. La película también se guarda diálogos breves y reveladores, momentos de humor y uno de los mejores finales que se hayan visto en el cine en los últimos años.