El director de Bucarest 12:08, Policía, adjetivo y Cae la noche en Bucarest parte de una premisa en apariencia ridícula (la búsqueda de un tesoro en el jardín de una casa en la actualidad) para construir un film con múltiples alcances, que tienen que ver con la tentación, el miedo a ser descubierto y castigado, el sentido de la aventura y la fantasía, y el orgullo de un padre de ser el “héroe” para su pequeño hijo de 6 años.
El protagonista es Costi, típico hombre de familia medio pelo de Bucarest. Un día su vecino Adrian, acuciado por las deudas, le pide que compre un costoso detector de metales y que lo acompañe a desenterrar una caja que supuestamente contiene todos los ahorros acumulados por su abuelo. Le ofrece, a cambio, la mitad de lo que encuentren.
Con la ayuda de un tercer hombre (un supuesto experto en la materia) empiezan a recorrer el terreno y luego a cavar. Allí arranca la zona más interesante, contradictoria y compleja de un film que -como suele ocurrir en todos los de Porumboiu y con la inmensa mayoría de los exponentes del nuevo cine rumano- tiene varias lecturas y muy amplias connotaciones. Otro pequeño gran film de un país que no deja de sorprender.