El valor de los detalles
Parecería extraño afirmar que no toda comedia tiene que hacer reír, a veces sólo con una mínima sonrisa basta para apreciar que la ironía es mucho más certera que un chiste liso y llano frente a cámara. Como ejemplo de esto, y tomando algunas características del cine independiente más reflexivo, “El Tesoro” podría considerarse casi un reflejo de la crisis europea de los últimos años en clave de cuento.
Desde Rumania y con varios reconocimientos festivaleros a cuestas, su director Corneliu Porumboiu (“Bucarest 12:08”, “Police, Adjective”) toma la ciudad de Bucarest como escenario para contar la historia de Costi (Toma Cuzin), un asalariado de clase media baja con la única preocupación de mantener a su familia y compartir con su hijo el poco tiempo libre que le queda leyendo las aventuras de Robin Hood. Un día, recibe la visita de vecino Adrian (Adrian Purcărescu), el cual le propone asociarse en la búsqueda de un tesoro incalculable supuestamente enterrado en la casa de sus abuelos. Desempleado y con problemas económicos, la única condición de Adrian para compartir la utópica fortuna es que Costi invierta sus ahorros en alquilar un detector metales que los ayude en esta cruzada. Con algunas dudas al principio, aunque sin pasar por alto lo inverosímil que suena el mito, Costi se dará cuenta de que más allá de sus ambiciones materiales, esta es la oportunidad perfecta para finalmente convertirse en el héroe de su hijo.
Como si se tratara de una fábula, “El Tesoro” cuenta una historia por demás sencilla y poética, haciendo especial hincapié en los pequeños detalles en vez de buscar la evidente comicidad. Para esto, Porumboiu decide narrar – fiel a su estilo – casi únicamente a través de tomas llamativamente extensas, momentos aparentemente interminables en donde a simple vista parece que la acción se detiene por completo. Sin embargo, dependiendo el criterio, este ritmo excesivamente lento puede ser capaz de focalizar la atención del espectador en gestos y simbolismos que fácilmente pasarían desapercibidos.
A fin de cuentas, son estas decisiones y recursos creativos del director los que definen a este film como una comedia distinta de lo que se ve habitualmente. Un relato en donde lo más importante no es la acumulación de risas, sino la forma en la que se cuenta. Y probablemente sea ese el tesoro que Porumboiu deseaba que encontremos.