El film de Mariano Laguyás entreteje actos mezquinos y sinos fatales bajo el fallido paraguas de un thriller, que se revela hueco en el uso de las claves del género y absurdo en la pretensión de abordar temas complejos. La llegada de una española a Mar del Plata en el verano de 1995 se alterna con su presente veinte años después, dos tiempos en los que la voz en off se encarga de subrayar paralelismos y discordancias. Para ser una película producida en la ciudad, sus calles y playas son apenas postales. Laguyás sobreexplica su propio guión en cada escena, no consigue que sus personajes sean más que un discurso pronunciado, y condena la puesta en escena a un marco superficial que nunca expresa las pasiones que allí se declaman.