Estamos ante el regreso triunfal de Arnold al cine de acción, puro y duro, en una cinta que no solo es un vehículo para su lucimiento, sino que además es un western moderno, narrado con pericia y buen gusto, cargado de humor, guiños y homenajes y sobre todo con un elenco de secundarios que se suman al juego del cine pochoclero.
Con el espíritu de las cintas de los ochenta, es un filme que se disfruta, entretiene y reivindica al cine incombustible, a los estereotipos y a los héroes de acción, del que el ex gobernador de California, es uno de los abanderados.
Larga vida a Arnold.