Bienvenido, baby
Años atrás, cuando Arnold Schwarzenegger presentó a Clint Eastwood durante una ceremonia de premios Oscar, el austríaco se refirió al ícono hollywoodense como el ídolo de su infancia. Agrandado, Clint devolvió el elogio con una cargada. Bueno, ya no hay mucho de que reírse. Porque en el primer protagónico tras su larga administración californiana, Schwarzenegger tiene más de un punto en común con el intérprete de Harry el sucio. Es que Arnold envejeció bien. Para decirlo sin vueltas: el achacado sheriff rural que compone no dista mucho del viejo cascarrabias interpretado por Eastwood en Gran Torino. Y si a esto se suma un clima de farsa al estilo western spaghetti (que incluso insinúa el título), es notorio que el coreano Jee-woon Kim quiso servirle a Arnold un regreso en bandeja.
El tan mentado “hasta la vista baby” se hizo realidad. El físicoculturista más famoso está de vuelta, y quizá mejor que nunca. Sus tics, gestos y latiguillos, que buscan la inmortalidad, calzan como una Luger en el puño de Ray Owens, ex agente de narcóticos de la LAPD, retirado a sheriff en la ciudad fronteriza de Sommerton. Allí deberá detener al ex convicto narco Gabriel Cortez (Noriega), custodiado por un arrasador cuadro paramilitar. Es el escenario ideal para que el viejo sheriff se transforme en Terminator, como lo insinúa el duelo entre Ray y Cortez conduciendo autos en medio de un maizal (otro guiño, ¿y van?, a Intriga internacional de Hitchcock). El problema es que la farsa se desmadra. Por momentos, el equipo de Ray es tan heroico como Brigada A, y el humor, que se resuelve bien en los diálogos (“se lo ve musculoso jefe, ¿anduvo haciendo ejercicio?”, le dicen a Arnie al comienzo del filme), no cuaja con las escenas de enfrentamientos, que de tan excesivas terminan siendo fastidiosas. Con sus altibajos, El último desafío complacerá a los fans del cine de acción y demuestra que, puesto en el rol adecuado, Arnold nunca falla.