Adolf Eichmann fue teniente coronel de la SS y responsable directo de la solución final, principalmente en Polonia, como también de los transportes de deportados en los campos de concentración de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. El 15 de julio de 1950, Eichmann llegó a la Argentina bajo el nombre de Ricardo Klement y estuvo escondido en nuestro país hasta el 20 de mayo de 1960 cuando fue secuestrado por el Mossad y trasladado a Israel para juzgarlo y ejecutarlo. “El vecino alemán”, documental argentino dirigido por Rosario Cervio y Martín Liji, cuenta la historia de la estadía de Eichmann en Argentina a través de diversos testimonios, intercalando imágenes de archivo del juicio llevado a cabo en Israel. La forma de contar el argumento está muy bien llevada a cabo, interiorizándonos acerca del juicio de Eichmann, junto a testimonios muy valiosos de distintas personas que lo conocieron, sobrevivientes del Holocausto, especialistas en el tema. Los testimonios aportan una mirada distinta sobre la temática, de una forma interesante y conmovedora. Sin embargo, faltaría una identificación de cada uno de ellos. Si bien podemos deducir si se trata de un sobreviviente, especialista o un conocido de Eichmann, no sabemos concretamente quién es la persona que está hablando. Lo mismo ocurre por ciertos momentos con los lugares que visita la protagonista. No sabemos si se trata del Gran Buenos Aires o de alguna provincia donde Eichmann vivió, como Tucumán. Si no se conoce íntegramente la historia del coronel de la SS, se pueden llegar a perder algunos de estos detalles. De todas maneras, “El vecino alemán” nos propone la profundización de la historia de Adolf Eichmann luego de la Segunda Guerra Mundial. En mayor o menor medida todos sabemos lo que fue el nazismo y lo que ocurrió durante la guerra, pero el film se pregunta ¿qué pasó con los nazis que lograron salir de Alemania? Y peor aún, ¿cómo se ocultaron en nuestro país? “El vecino alemán” es un documental fuerte y conmovedor, con testimonios valiosos, que ahonda en el último tiempo de Adolf Eichmann hasta su secuestro y ejecución en Israel.
El otro juicio En El vecino alemán (2016), Rosario Cervio y Martín Liji realizan un documental ficcionado sobre la figura de Adolf Eichmann, el nefasto oficial de la SS encargado de la solución final, desde un enfoque diferente a lo acostumbrado. Renate Liebeskind (Antonella Saldicco) es una joven traductora que debe traducir al español el juicio al jerarca nazi Adolf Eichmann, el responsable de transportar a miles de judíos a los campos de concentración. Más allá de su labor, comienza a visitar los lugares donde vivió el alemán en Argentina y a entrevistar a personas que llegaron a conocerlo a él y a su familia. La filmografía sobre Eichmann, ya sea documental o ficción, es variada pero, en su gran mayoría, se focaliza en la espectacularidad de su secuestro a manos de la inteligencia israelí como fue retratado en varios documentales realizados para la televisión. Por otro lado, en Eichmann (2007) se relatan los últimos momentos del condenado a muerte y su estadía en Argentina a través de flashbacks. En El vecino alemán, los directores apenas hacen referencia al tema del secuestro cuando la protagonista investiga sobre la denuncia de desaparición de Eichmann y el recorrido de la justicia Argentina que terminó con una rotunda respuesta del estado Israelí. Aquí se hace especial foco en la vida del germano y la mirada que los argentinos tenían sobre él. Las descripciones de los vecinos y compañeros de trabajo se contraponen con las secuencias del juicio y los testimonios de los sobrevivientes. El enfoque de Rosario Cervio y Martín Liji es interesante y se podría relacionar con lo que Hannah Arendt escribía en Eichmann en Jerusalén, una recopilación de los reportajes que hizo para The New Yorker sobre el juicio. Allí la filósofa insinuó que el nazi era un hombre corriente, una persona “terriblemente normal” y producto de su tiempo. Según ella, el mal puede provenir de gente común que renuncia a razonar para entregarse a la ideología de su época. La mayor virtud de los directores del film radica en recoger este concepto, y dejar abierta la polémica que se inició hace más de cincuenta años.
UN HOMBRE SIMPLE Imaginemos un señor, tranquilo, macanudo con sus pares, en algún lugar perdido de la provincia de Buenos Aires, con mujer e hijos, trabajando en una empresa y al que la mayoría conoce como un buen vecino que ha nacido en Alemania pero se defiende bien con el castellano. Bueno, resulta que un día se lo llevan para “juzgarlo” en Jerusalén porque ese hombre simple que se hacía llamar Ricardo Klement es en realidad Adolf Eichmann, el mayor asesino de escritorio de todos los tiempos, el nazi que antes de ser ejecutado agradeció a su patria, a Austria y a Argentina. En otras palabras, la situación anterior remite a una de las expresiones más controvertidas dentro del campo de pensamiento en el Siglo XX, acuñado por Hannah Arendt, la “banalidad del mal”, o cómo detrás de apariencias nobles asoman monstruos. De esto y otros asuntos se encarga el interesante documental de Rosario Cervio y Martin Liji, desde una óptica siempre movediza entre “lo real” y lo ficcionado. La protagonista, la que sostiene el hilo de la investigación es traductora, se llama Renate Liebeskind y la vemos en varios pasajes mirando y analizando el famoso juicio en el que Eichmann permanece en una cabina blindada escuchando y respondiendo preguntas. Aún hoy, esas imágenes producen escalofrío, al mismo tiempo que confirman el circo judicial tramado alrededor con la crónica de una muerte anunciada. El sesgo particular de El vecino alemán es su enfoque. Se eluden búsquedas cibernéticas y reiteraciones de otros films alusivos. Por el contrario, se va al lugar de los hechos, al pueblo en el que Eichmann vivió camuflado, para rastrear testimonios y huellas bibliográficas que puedan arrojar alguna luz más sobre lo ocurrido. La investigación está ligada a la experiencia de quien la lleva a cabo, desde el más mínimo detalle. El visitar y recorrer los lugares por donde estuvo el jerarca nazi es una condición sine qua non para poder escribir algo, narrar la historia, un parámetro ligado a toda una corriente novelística e historiográfica deudora del pensamiento decimonónico que hasta parece anacrónica en relación a las posibilidades tecnológicas imperantes. Por el contrario, del mismo modo que Tolstói para escribir La guerra y la paz tomaba notas para inspirarse en los que habían sido los campos de batalla, Renate vuelca apuntes en su libreta mientras escucha a filósofos, historiadores, jueces y a todas aquellas personas que conocieron u oyeron hablar del personaje en cuestión. Lo hace de manera despojada, con rostro impasible. Sólo una vez parece quebrarse ante un tremendo testimonio de un sobreviviente deudor de los relatos descarnados que transitan por el Shoah de Claude Lanzmann. Esta gelidez enunciativa es proporcional a la elección formal del documental, dividido en episodios, y carente de cualquier música sospechosamente intrusiva. De este modo, El vecino alemán se suma a una extensa cadena de películas referidas al caso, pero desde el riñón mismo de la estadía de Eichmann en nuestro país, lo que le otorga un valor añadido. Primero por contribuir a seguir desentrañando una tragedia; segundo, porque nos obliga a mirarnos una vez más como país en un espejo oscuro y pantanoso, de historias secretas, que acaso puedan justificar el presente como el futuro.
Vengar la historia La protagonista de este documental de los directores Rosario Cervio y Martín Liji es una traductora y su desandar en el campo de la traducción del hebreo al alemán y del alemán al castellano se entrelaza con su andar en la búsqueda de rastros para reconstruir la estadía en suelo argentino del jerarca nazi Adolf Eichmann, sentenciado a muerte una vez que el servicio de inteligencia israelí le diera captura en Bancalari, provincia de Buenos Aires, para realizar un juicio y así dictarle la pena de muerte por su participación en la llamada Solución Final, medida aplicada por el nazismo para avalar el genocidio de millones de judíos y prisioneros de los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien el eje de este documental ficcionado no opera particularmente en un enfoque revisioinista histórico de aquel juicio tan polémico para muchos, la idea de acumular testimonios de personas que convivieron con Adolf Eichmann, con nombre falso dada su condición de nazi recluido en Argentina luego de escapar tras la derrota de Hitler, resulta interesante el aporte de diferentes académicos que no solamente se encargan del cuadro de la persona detrás de ese vidrio blindado durante el juicio, sino de una explicación superadora del sistema de exterminio y de la ideología encarnada en lo que para muchos representaba el monstruo y para otros, como la filósofa Hannah Arendt, un hombre común que cumplía órdenes sin razonar sus acciones y que diera lugar a unos ensayos que le valieron a la autora enormes problemas con colegas y con la misma comunidad judía. El relato estructurado en capítulos adopta la idea del viaje primero a la provincia de Tucumán a un pueblo cercano a un río donde Eichmann hacía trabajos de medición del agua con los baqueanos para la empresa Capri y tenía empleados a su cargo. Luego, el derrotero se instala en la provincia de Buenos Aires, con el testimonio de vecinos que aportan además de datos sobre el condenado algunas historias de su familia, su segunda esposa que pidió al Estado argentino intervención judicial una vez que su esposo fuera secuestrado allá por los ’60 por la Mossad con un pedido de extradición del comando que ejecutó esa tarea, negado sistemáticamente por Israel. Hasta el momento de la condena en la horca, muy poco se pudo saber sobre Adolf Eichmann en esa puesta en escena de juicio, confrontarlo con las atrocidades que cometiera al firmar órdenes desde su escritorio alcanza al menos para tomar dimensión de un aspecto de su conducta autómata pero no a definirlo en toda su esfera humana. Claro que a la trivialización de sus acciones con los vecinos de aquella época de la posguerra, en un país que acogió con beneplácito a los nazis escapados de Europa -su buen trato y modales con la gente de su entorno en esta Nación- la sepultan las palabras de aquellos sobrevivientes a los campos de exterminio y toda la barbarie del régimen nazi sobre la faz de la tierra.