La joven directora Claire Burger, en su primer trabajo de dirección personal, vuelve a su lugar de origen, Forbach, en Francia, y utiliza no solo su propia historia, sino la casa familiar para filmarla. Es el recorrido de una separación pero con el acento, la mirada, la profundización en un hombre, cuya mujer plantea alejarse del hogar porque necesita espacio. Ese padre que de pronto se encuentra solo para lidiar con su situación de abandono y la crianza de dos hijas grandes, una de 17 años, lista para su independencia, y otra menor que comienza a explorar su sexualidad con una compañera de colegio. Y ese seguimiento de un hombre desorientado, confuso, complicado con los detalles cotidianos que nunca atendió, tiene todas las etapas de un adiós. La desesperación por la esperanza de una recomposición rápida, que lo hace perseguir a su ex, meterse en los ensayos de una obra, en el teatro donde ella trabaja de iluminadora, hasta la comprensión, la asimilación de una realidad que tiene que aceptar. Un gran actor como el belga Bouli Lanners, robusto y tierno, que despliega todo su talento. Grandes actuaciones también de las jóvenes Sarah Henochsberg y Justine Lacroix. La directora muestra de manera profunda, con un seguimiento basado en la evolución de ese hombre en crisis, pero también se detiene en las jóvenes y sus relaciones, en un breve encuentro con esa madre que reclama un poco de libertad después de 20 años de convivencia familiar. Por momentos errática y con algunas sorpresas, resulta un conmovedor y gran retrato de una familia en vías de transformación que conmueve con las mejores armas,