La otra Colombia Luego de su extosa carrera internacional y ser estrenada en la última edición del BAFICI, Fundación Proa presenta los sábados de enero y febero, el film del realizador colombiano Oscar Ruiz Navia, El vuelco del cangrejo (2009). La ópera prima de Oscar Ruiz Navia retrata a través de un estilo personal y único una historia acerca de personajes desamparados dentro de una Colombia olvidada. Seres oprimidos que deberán luchar contra los que quieren avanzar en post del desarrollo. Cómo único testigo Daniel, un hombre que busca huir de sí mismo y que se verá envuelto –sin proponérselo-en una relación al borde de la pedofilia. El vuelco del cangrejo es un film atípico para lo que el cine colombiano propone de manera habitual. Con una estética visual que, al igual que Los viajes del viento (Ciro Guerra, 2009), se asemeja más al Nuevo Cine Argentino que al vértigo y el formato televisivo característico del país y un minimalismo narrativo apoyado por una construcción sonora que mezcla la crudeza del ambiente con reggaetón, el film termina por encuadrarse dentro de un sinfín de géneros inclasificables. Filmada en escenarios naturales de La Barra (Colombia), se convierte visualmente en un film aparte gracias al excelente trabajo fotográfico que logra lo que muy pocas veces en cine puede darse: Que lo natural traspase la pantalla sin importar lo bello de lo feo. El novel director no tiene ninguna duda sobre en qué lugar poner la cámara y de mostrar lo justo y necesario, para que sea el espectador el que a través de los elementos que posee vaya articulando la historia. Con El vuelco del cangrejo se revalida que el cine latino está pasando por uno de los mejores momentos de los últimos años y que gracias a una renovación en la camada de directores está surgiendo un nuevo cine.
Un hombre busca escaparse y llega a una extraña playa del pacífico llamada “Las Barras”, un pequeño pueblo administrado por la comunidad nativa. “Cerebro”, es el líder del pueblo. Se trata de un paraíso sin ley ni políticos. Donde la comunidad es libre y vive de alquilar habitaciones a traseuntes pasajeros que al igual que el misterioso y lacónico protagonista buscan una salida. Sin embargo la presencia de otro “blanco” que empieza a poner límites y quiere cambiar la tranquilidad del lugar para poner un bar y construir un complejo turístico más imperialista, aprovechándose de la “inocencia” de los habitantes, modifica la calma de “Las Barras”. El protagonista se relacionará con una curiosa nena, y la novia del otro blanco, por lo que quedará en medio de un conflicto que le es ajeno. Una fábula austera, filmada con solvencia y aprovechando fotográficamente el extraordinario paisaje, El Vuelvo del Cangrejo, se trata de una obra de contemplación sin demasiados discursos ni tono moralista. Sin embargo, se nota cierta pretensión por querer hacer un trabajo demasiado cuidado en lo estético e interpretativo. La solemnidad de este mismo tono, provocan que la película tome cierta distancia con el espectador y el ritmo sea un poco lento. Se trata de la visión de otra Colombia, lejos de la droga y los crímenes de Sicarios que el cine comercial estadounidense (e incluso el mismo colombiano) tratan de pintar usualmente. En cambio se trata de una obra más reflexiva y rigurosa, cuya cuidada puesta en escena la emparentan más con Los Viajes del Viento de Ciro Guerra, director que Navia, toma como cierta referencia en su filmografía. Pero Guerra apuesta más por un relato más lineal con cruce de géneros. Navia en cambio, decide ser más libre en espíritu, y difícil de encasillar en un género. Esto genera, por un lado, que se aparte de las convenciones, pero también que el relato sea menos atrapante.
Se trata de una película inquietante porque cuenta una historia donde no sucede nada, donde todo lo interesante y trascendente ha ocurrido ya en otro tiempo… lejano e irrecuperable. Un extraño y solitario hombre, del cual solo conoceremos su nombre, Daniel, llega a una región costera donde vive gente negra. Se refieren a él como “paisa” (hombre blanco). Daniel sabe que está allí nada más que de paso, a lo largo de toda la película intenta buscar una lancha a motor que lo lleve a otro lugar. Existe una lucha callada y ensimismada entre los pobladores originarios y otro “paisa” que procura construir un hotel sobre la playa. Una repetitivo reggaeton rompe con la monotonía y la abulia del lugar… Sobre esta base, Ruíz Navía construye una narración atrapante, donde el protagonista opta deliberadamente desde el principio por no tomar partido por ninguno de los dos bandos. Al inicio creemos que se convertirá en el héroe positivo que pondrá las cosas en su lugar, pero nada más errado que esto. Daniel, es tan solo el mudo testigo de una rivalidad que pareciera ancestral, entre el hombre blanco y el hombre negro, y en donde la naturaleza y sus riquezas son en parte la esencia misma del conflicto.