En una comunidad religiosa aislada del mundo, un grupo de mujeres se pregunta qué hacer: durante años las han drogado y violado para después echarle la culpa al diablo. Así que, cansadas, hartas, desesperadas, debaten qué hacer. Es decir, el tipo de películas que nace blindada a la crítica porque el tema es “importante” y dice “cosas fuertes”. El crítico que diga que es mala, que aburre, que es un festival de sobreactuaciones y que carece de sutileza, podría ser tildado de, bueno, el diablo, que ahí está para echarle la culpa. Pero arriesguemos: sí, es bastante mala. Son actrices haciendo un show teatral a veces demasiado declamado cuyo sufrimiento en pantalla es de la misma naturaleza artificial que la telaraña de Spiderman. Con una diferencia: a Spiderman uno le cree el balanceo entre edificios. Aquíe el proyecto didáctico-esclarecedor es tan evidente y en primer plano, que se fagocita a sus criaturas. No hay un mundo propio: solo un marco para el discurso. Al diablo con ella.