A fin de año hay casi nada de estrenos, y lo poco que hay es, por lo menos, raro. Como sucede con esta película danesa que cuenta la ya muchas veces transitada historia de una epidemia que transforma a la gente en zombie y el drama de los sobrevivientes tratando de no ser contagiados o comidos y de deshacerse de seres queridos transformados en monstruos, mientras el Estado los encierra en su propio pueblo. El film es efectivo: los momentos de miedo en general surten efecto y en algunos casos son mazasos emocionales. Y lo hacen porque entendemos a esas personas y nos importan. Es cierto que la trama carece de toda originalidad, pero dado que funciona -y el espectador siente atracción por ver nuevamente una historia conocida, como nos pasaba con los cuentos de hadas-, podemos ver también un paisaje social y moral bastante ambiguo, que es lo que le permite al film ganar en espesor y superar el estadio de conjunto amorfo de golpes de efecto (epidemia zombie del cine de terror de hoy, desgraciadamente). Eso sí: dudamos que esta película hubiese encontrado lugar de no estrenarse cerca de las fiestas, dos días antes de Nochebuena, cuando los cines, además, van a tener pocas funciones. Si tiene la curiosidad, si le quedan menos de hora y media entre compra apurada y compra apurada, pruebe: género puro realizado con respeto y de acuerdo con las reglas.