Para poner carita de disgusto
La película cuenta qué sucede dentro de un celular, la disputa entre los emojis, pero lo que falta es humor.
Como si ya de por sí los emojis no fueran lo suficientemente irritantes invadiendo mensajes de texto, ahora tenemos la posibilidad de sufrirlos en pantalla grande. A priori la idea suena ridícula, pero podía gozar del beneficio de la duda porque otras ocurrencias parecidas, como las películas de Lego, dieron resultados sorprendentes. No es el caso: Emoji: La película está construida sobre los cimientos de un guión débil, con animaciones pobres, feas, y un doblaje exasperante, plagado de mexicanismos.
El héroe de esta historia es Gene, un emoticón que debería representar indiferencia (“meh” en inglés, algo así como nuestro “bah”) pero no puede hacer bien su papel: en lugar de mantener cara de póquer se le escapan todo tipo de expresiones. Cada emoji tiene una sola cara, salvo él, y por eso la supervisora de Textópolis -la ciudad de los emojis, que tiene un logo idéntico al de Telefe- quiere borrarlo, así que este pacman con patas se escapa junto a dos amigos (una hacker y una manito de “high five”, “chocá los cinco” en criollo antiguo).
Todo suena a excusa para publicitar entre el público infantil teléfonos inteligentes (que la productora sea Sony no parece un dato menor) y algunas aplicaciones. Porque al abandonar Textópolis, el trío se desplaza por la pantalla del celular y va viviendo peripecias (“app-venturas”, como dice la sinopsis oficial) en aplicaciones como Facebook, YouTube, Spotify o Dropbox, además de juegos como el Candy Crush o el Just Dance. También hay referencias a otros clásicos del mundo digital, como los videos de gatitos, el spam o los trolls. Tal como está presentado, privado de acidez, esto tiene la misma gracia que contemplar a nuestro vecino de asiento en el subte embobado con su celular. Con el detalle de que aquí hay, además, intención evangelizadora: nos explican, por ejemplo, las reglas del Candy Crush.
Como para compensar un poco la apología telefónica, también hay una crítica berreta a la dispersión, el aislamiento, el narcisismo y la falta de una comunicación “real” como efectos colaterales del uso de los celulares. Y un par de esas moralejas explícitas –“debes ser tú mismo”, etcétera- que tantas películas destinadas a los niños parecen sentirse obligadas a incluir, quizá como una forma de lavar culpas por tanta pavada.