La película de los Emoji ya se ganó un merecido puesto entre las peores producciones realizadas en la historia de la animación, junto con Delgo (2006), Las aventuras del Conejo Americano (1986), Doogal (2006) y esa inolvidable obra maestra de la mediocridad que fue Titanic 2: La leyenda continúa (2000).
Aquel film del director italiano Camilo Tetti era un espanto pero al menos lograba hacerte reír por el contenido lisérgico de la historia.
Nos referimos a una propuesta que se relacionaba con la tragedia del famoso barco e involucraba a un perro rapero y un ratón brasilero que jugaba al fútbol.
Por el contrario, Emoji ni siquiera es graciosa y lo más triste de todo es que por esta basura el estudio Sony canceló el regreso de Popeye a los dibujos animados que iba a dirigir Genndy Tartakovsky (El laboratorio de Dexter, Samurai Jack).
Cuando el objetivo es desarrollar una película desde la desesperación comercial sin cuidar el contenido artístico pasan estas cosas.
El concepto de este estreno puede sonar estúpido pero con un grupo de artistas creativos tal vez podría haber surgido algo ameno y entretenido. En los años ´80 nadie daba un peso por la serie animada del video juego Pac-Man y después se convirtió en un clásico del estudio Hanna-Barbera.
Lo mismo ocurrió hace poco con Lego que hasta el momento en que llegó a los cines no esperábamos que pudiera ser tan buena.
En el caso de los Emoji el estudio Sony no tuvo un concepto sólido para desarrollar el film y los realizadores se limitaron a robar de manera burda elementos de Ralph, el demoledor, Intensamente y Toy Story.
El director Tony Leondis, cuyos proyectos en Dreamworks nunca llegaron a buen puerto, ofrece un cínico relato sobre la importancia de aceptarse a uno mismo que no es otra cosa que un largo comercial de aplicaciones de teléfonos celulares.
No ayudó tampoco que el protagonista sea Meh, el emoji desinteresado que resulta muy aburrido. La gran aventura que emprende para salvar a su mundo pasa por llegar a Dropbox y en el camino visita aplicaciones como You Tube, Spotify, Instagram y Candy Crush, entre otras.
No hay más historia que eso.
El tratamiento del humor es un desastre y todos los chistes suenan forzados porque los guionistas nunca tuvieron claro que querían hacer con los personajes.
Emoji es una película que genera irritación por su pereza creativa y falta de corazón.
No hubo un esfuerzo por construir una historia entretenida para el público infantil, ya que el foco de atención se centró en la venta de aplicaciones digitales que hoy saturan la cabeza de los chicos desde los tres años.
La falta de imaginación y el humor malo además generan que el público adulto tampoco pueda conectarse con el espectáculo pobre que se ofrece.
En definitiva Emoji es esa clase de niñera electrónica a la que muchos padres suelen acudir cuando necesitan que los chicos estén quietos mientras hacen otras cosas.
No importa que el contenido les lime la cabeza con el incentivo a consumir aplicaciones como zombis descerebrados, mientras se queden callados frente al televisor la película funciona.
Si bien desde los aspectos técnicos esta producción está bien lograda su contenido mediocre genera que se destaque entre las peores producciones animadas del último tiempo.
Si la idea es llevar a los chicos al cine, cualquier film clase B del género tiene más mérito que esta bazofia mercenaria con la que no vale la pena perder el tiempo.