La aventura de un grupo de emoticones que vive en el smartphone de un chico tímido parece casi excusa para un desfile de product placement de apps conocidas -Spotify, Twitter, Instagram-, en esta película de animación que los transforma en personajes. Con un argumento deudor de ideas de films anteriores -desde Toy Story a Intensamente o Ralph, el demoledor- se centra en el emoji que quiere dejar de ser sólo un gesto y, en esa rebeldía, se convierte en una falla: un problema.
Para evitar que se apague el sistema, deberá viajar al interior del chip acompañado por un grupo de colegas emojis. Entre los personajes está Popó, el de la caquita, con la voz del argentino Darío Barassi en la versión doblada al castellano -James Corden en la original-, una participación demasiado chiquita.
Los chicos a los que está dirigida van a querer verla. Lo que no está tan claro es que se diviertan con una "aventura" tan poco imaginativa, en la que la historia es pretexto. Además, para salvar culpas, Emoji: la película suma bajadas de línea en pro de la lectoescritura por sobre el idioma de las caritas. Y críticas a los chicos que viven pendientes del celular en las escuelas. Una especie de mensaje -¿a los padres?- que sería algo así como: "comprenles este producto, pero quédense tranquilos, que les vamos a decir lo malo que es".