Un documental luminoso
Durante 2010 se produjeron eventos y actividades que celebraban el Bicentenario. Uno de ellos fue juntar a 1800 chicos de decenas de escuelas, provenientes de extractos sociales diversos y de diferentes creencias religiosas, para que juntos interpretaran una cantata en el cierre de los festejos. El proyecto se llamó Argentina Canta por la Paz, y si la mayoría de los espectadores no tiene registro de esta simpática y abarcadora iniciativa, es porque el evento no tuvo la trascendencia que soñaron los que lo impulsaron.
Entre el deseo, los sueños, las dificultades, la burocracia, el empuje y la frustración, Alexis Roitman construye su opera prima, un relato que habla de la dificultad de construir un proyecto, aun cuando las intenciones sean transparentes y tengan como eje al futuro, los chicos.
Desde adentro del coro en formación, la película sigue los pasos de los maestros en los ensayos de canciones y coreografías con distintos actores (los niños de escuelas públicas, privadas, más humildes y de clase media). A ese gigantesco puzzle, plagado de dificultades, se le suman las idas y vueltas burocráticas, con los cambios de fechas y escenarios. De esta manera, los chicos son protagonistas y a la vez testigos del mundo adulto, un mundo al que están accediendo pero que ya intuyen que es áspero. Sin embargo, y a pesar de las contradicciones y los problemas, el documental es luminoso, en tanto trabaja sobre la idea de un proyecto como metáfora de una nación joven, muchas veces ahogada por los problemas, pero que sin embargo hace pelea y se esperanza. El conflicto y los intereses en pugna son el combustible, un territorio tan fascinante como abrumador: la patria.